P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

Hoy es fácil mantener contacto con aquellos que nos han roto el corazón, que traicionaron nuestra confianza, que nos fueron infieles. Seres humanos que se acercaron a los demás con buenas intenciones y cuando menos lo esperaban, le hicieron una mala jugada y le cambiaron la perspectiva de la vida. Por eso, la ingenuidad, la inocencia, la confianza ciega y otras actitudes infantiles, poco a poco van desapareciendo del interior de las personas.

Detrás del telón, en el mundo que vivimos, hay muchas heridas y cicatrices, maltratos, violaciones, rechazo, desprecio y una gran cantidad de situaciones que se mantienen oculta a la vista de todos. Ya lo dice el refrán: “Cara vemos, corazones no sabemos”. Entre otras expresiones que reflejan la sabiduría popular que nos hace reconocer precisamente que, así como dice el poeta francés Víctor Hugo: “Que detrás de un gran hombre, existe una mujer”, podemos parafrasearla y adaptarla, para afirmar: “que detrás de un corazón herido, existe un gran ser humano”.

Sin embargo, consciente o inconscientemente somos individuos que tendemos a hacer prejuiciosos de los demás. Nos fijamos mucho en las apariencias, y quizás sea algo natural de todos o de la mayoría de las personas, ya que como no podemos entrar en el interior del otro, se nos hace difícil ponernos en el zapato de los demás, nos parece más cómodo juzgar y condenar a todo aquel que presente cualquier actitud, vicio o forma de ser que no nos agrade. En la sociedad en la que vivimos, este rechazo al otro se presenta de diversas formas, ya sea por algún defecto físico, estatus social, orientación sexual, religión, etc.

Ahora bien, es interesante recordar ese episodio famoso donde un eximio flautista al salir de un concierto, unos bandidos lo atracaron, lo maltrataron y le llevaron la flauta, pero en vez de estar triste y enojado, se puso a sonreír y les gritó a los malhechores: “Se robaron la flauta, pero no se pudieron llevar mi música”.

Cuántas energías gastadas en canciones, poemas, estados de WhatsApp, Instagram y otras redes sociales mostrando las alas rotas, dejando ver las traiciones, las separaciones y otras situaciones amargas de la vida. Si no me creen, entonces deben preguntarle a Shakira. Pero, aunque este sea el panorama típico de la sociedad en que vivimos, no se nos olvide que a pesar que el herido hiere, el traicionado, traiciona, todavía Dios sigue amando, perdonando y creyendo en nosotros.

Por eso, siempre vamos a encontrar personas que sonríen, aunque otros lloran, que son capaces de ofrecer los buenos días a los que viven con la cara enojada, y para sorpresa nuestra, en ocasiones nos vamos a encontrar con que, quien menos esperábamos es el primero que aparece cuando nos ocurre lo peor. Por tanto, jamás olvides que las crayolas rotas todavía colorean, porque lo importante no es la carátula, sino el valor que llevamos dentro. 

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