Por P. William Arias

La pasada semana del 20 al 24 se celebró en Santo Domingo, en la casa María de Altagracia, la fase continental-sinodal correspondiente a la región del caribe, auspiciada por el CELAM, el cual para esta etapa del sínodo de los Obispos, que se tendrá en octubre de este año, ha divido a Latinoamérica en cuatro regiones: Mexico-centroamérica, el caribe, los países bolivarianos y el como sur, cada región está constituida por las Conferencias Episcopales de cada país. Nuestra región está compuesta por la conferencia episcopal nuestra, la de Puerto Rico, Cuba, Haití y las Antillas menores. Para este encuentro cada uno debía enviar como sus representantes a un obispo, dos o más sacerdotes, un Diácono permanente, un religioso o religiosa y varios laicos. De nuestro país el Obispo fue Mons. Santiago Rodríguez, los sacerdotes fuimos el P. Francisco Jiménez, P. Miguel Amarante y un servidor, el P. Jit Manuel por los religiosos, el Diac. Juan González y Janet Rodríguez, José Armando Tavares y Alexis Pérez por los laicos.

Fueron días de un intenso trabajo, acerca de la consulta que ya se había hecho a todas las Conferencias Episcopales del mundo, cuya síntesis teníamos en mano, pues el Papa quería una síntesis ahora más apretada por continentes y así conformar el instrumento de trabajo que los Obispos participantes del Sínodo tendrán en sus manos, pues como bien sabemos el tema de dicho sínodo es la Sinodalidad, un tema y una perspectiva que el Papa ha introducido en la Iglesia, en la búsqueda de una manera nueva y propia de ser y estar en la Iglesia: caminar juntos, que es lo que significa Sinodalidad, es lo que el Espíritu le pide a la Iglesia a través de Francisco y todo el trabajo que alrededor de esto se va llevando. Los delegados de las diferentes conferencias episcopales del caribe, nos lanzamos a esta tarea a la cual se nos invitó, y ahí compartíamos a la luz del Espíritu nuestras esperanzas y desafíos que la Sinodalidad presenta en nuestras Iglesias, pero también hicimos presente la alegría de poder participar en este proyecto, en este nuevo aleteo del Espíritu Santo para la Iglesia universal.

En el encuentro compartimos, sobre todo en las eucaristías, lo propio de nuestras culturas, que aunque estemos en un mismo hemisferio del planeta, somos muy diferentes, pero aunados por la fuerza del mensaje cristiano. En las dinámicas de trabajo se expresaba como camina la fuerza del evangelio entre nosotros, como lo va viviendo nuestra gente, compartimos la experiencia de nuestro quehacer pastoral en nuestros países, lo cual nos enriqueció mucho a lo que allí estábamos, y sobre todo, como la alegría que produce la apertura de mucha gente nuestra a este vivir en sinodalidad; aunque también reconocimos las amenazas que el proceso tiene, de gente que quiere impedir este caminar junto, sobre todo gente dentro de la Iglesia con muchos recursos e intereses no sano, gente que quiere hacer ver que la sinodalidad es un asunto, un proyecto del Papa Francisco y no la nueva senda por donde nos envía a caminar el Espíritu de Dios, y que esa sinodalidad es algo propio del ser Iglesia, pues no estamos en parcelas separadas por muros, sino dentro de realidades unidas por puentes hacia una misma dirección, lo que nos lleva a caminar juntos y no separados, como nuestros enemigos y el mundo quieren que sigamos. Damos gracias al Señor por esta experiencia vivida, por haber elegido a nuestro país para esta fase continental, y continuamos trabajando para que la sinodalidad se haga más viva y patente en nuestras comunidades y en nosotros, gracias al Espíritu que nos guía.

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