(segunda parte)

P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

Como decíamos el artículo anterior, si eres de cristal, endurécete. Pero como la mente es ingenua, a veces no queremos solución sino acomodamiento, porque, ¿qué pasa si la persona no quiere endurecerse y opta mejor por ser de cristal?, ¿si decide aferrarse a vivir en la oscuridad, débil, frágil y creyendo que es el ambiente que debe cambiar y no él?, ¿tiene algún beneficio ser sensible?

La respuesta es sencilla: vivirían tocando el mismo estribillo de la música, cometiendo los mismos errores y queriendo cambiar lo de afuera, cuando el verdadero cambio debería comenzar desde adentro. Esto es así y no de otra forma, porque somos una pequeña partícula en el planeta y aunque muchas personas se crean “la última Coca cola del desierto”, ese pensamiento solo es posible, únicamente en su cerebro y dentro del círculo social de aquellos que le siguen el juego, para mantenerlos felices y contentos, no sabiendo que mientras más inflados están más carente de amor y de cariño reflejan ante los demás.

Por eso, mente y pies en la tierra, ya que no vale la pena aferrarse a vivir como un cristal, si Dios nos ha dado la oportunidad de vivir como baluarte, si tenemos la oportunidad de ser columnas, con raíces firmes y duraderas. Aunque claro está, cada ser humano tiene libertad, puede decidir y encaminar sus pisadas hacia un rumbo determinado. Pero es triste y doloroso que, pudiendo crecer y vencerse a si mismo, muchas personas elijan vivir en el fango, metidos en el lodo, mirando hacia el pasado, añorando lo que fue, lo que ya no está, y eso que jamás volverá.

No somos de cristal, somos hijos de Dios. Fuimos creados para levantarnos mil veces cuando otras mil veces hemos caído. Pero, a lo mejor nos estamos llevando de nuestros miedos internos, nos dejamos vencer de nuestra autoestima baja, nos encerramos en un cuarto y nos convencimos que éramos poca cosa, dejando a un lado el autor que nos creó. Ante esto, mi madre solía decir: “Nunca es tarde si la dicha es buena” y “La batalla no es del que la comienza sino del que la termina”. Siempre podemos ser mejores, actualizarnos, reinventarnos, porque no nacimos para vivir en el fango, nacimos para conquista el cielo.

En definitiva, no somos cristales, porque los cristales no tienen corazón, sentimiento ni razón, como lo tenemos nosotros. Somos y siempre seremos seres humanos, con la capacidad y la fortaleza de conquistar todo lo que nos proponemos en esta vida. Y esto es tan real, que cuando no se puede alcanzar por una vía, intentamos por la otra, porque siempre hay un ladito en el corazón del ser humano para intentarlo de nuevo. Saquémonos de la cabeza que somos frágiles, débiles y sensibles, porque somos seres de esperanza, bondad y libertad. Por consiguiente, cuando nuestra mente, nuestros amigos y el nerviosismo sin fundamento nos quiera hacer creer que somos de cristal, ignorémosle, porque debemos estar seguros de dónde venimos y hacia donde vamos. 

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