P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Todos conocemos el cristal, sabemos que es quebradizo, que se debe tratar con cuidado, con delicadeza, y siempre debe moverse con mucha calma y paciencia, porque fácilmente se puede romper. Además, como su naturaleza misma conlleva una forma peculiar de fragilidad, existe una gran probabilidad de destrozarse al momento de aplicarle una fuerza mayor de la que resiste. En otras palabras, las cosas se tratan y se manejan como son.
Ahora bien, es necesario decir que el ser humano es frágil y que es con el pasar del tiempo que se va formando. El ejemplo más notorio que podemos tener es precisamente cuando una mujer da a luz, ya que ese niño nace con una condición sensible, pero con el tiempo va madurando. Esta es la razón por la que todos los alimentos que consume la criatura, recién llegada, deben ser leche, luego jugo, puré, entre otras comidas, que va acorde con su estatura y perspectiva de vida.
Lo que significa, según el ejemplo anterior, que no estamos determinado a ser de cristal, pues, llega ese momento donde las cosas van cambiando y evolucionando, en la que el cuerpo, la mente y las proyecciones de vida no admiten fragilidad, tampoco una actitud de volátil, porque se supone que hemos hecho un proceso, hemos crecido y ya todo debe ser afrontado con una mirada y una actitud diferente a la de un niño o a la de un recién llegado a una empresa. Es decir, que todo tiene su etapa en la existencia humana.
Siempre es bueno preguntarse y cuestionarse, para hacer una breve reflexión: ¿el ser humano es débil por naturaleza?, ¿por qué esta generación de jóvenes, una gran parte de ellos, son de cristal?, ¿desde cuándo comenzamos a tener una sociedad y un mundo sensible?
Dios no nos creó frágiles, fue a lo largo del camino que nos volvimos perezosos, cómodos, “ñoños” e incapaces. Lentamente fuimos dejando que la vida nos ganara. De manera consciente o inconscientemente nos volvimos seres resignados, pesimistas, depresivos, quejones, y todo cuando comenzamos ver todo lo que nos rodea más grande que nuestras capacidades, olvidándonos que ser de cristal, es no es una obligación, sino una opción.
En definitiva, si eres de cristal, endurécete; si eres débil, sé fuerte. Porque la debilidad y la fragilidad no son cualidades, solo son momentos pasajeros de la vida, y llega su tiempo donde es necesario demostrarlo y asumir otra perspectiva de vida. Nacemos para ser roca, no cristales. Ya lo dice la expresión: “Lo que no te mata, te hace más fuerte”. Además, el éxito, el triunfo y la cima nunca fue alcanzada por cobardes ni por románticos. Si eres de cristal, transforma, porque no vinimos a este mundo a vivir rotos y destruidos. Por eso nuestro caparazón debe ser como la tortura, que aunque es pequeña y camina lente, es fuerte y no se rinde. Qué harás entonces, romperte o endurecerte?
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