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  • Primera Lectura. Is 7, 10-14;8,10: “Miren: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”.
  • Salmo Responsorial: 39, 7-8a.8b-9.10.11: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
  • Evangelio. Lc 1, 26-38: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”.

Amados hermanos, reunidos en la alegría de la anunciación muy buenos días/tardes o noches.

Celebramos hoy el gran misterio de la Encarnación del verbo. Benedicto XVI afirma: en esta breve frase: “el verbo se hizo carne”, está el corazón de la fe cristiana. En efecto, creemos en un Dios que por amor al hombre se hizo uno entre nosotros para elevar la naturaleza humana a la dignidad de hijos de Dios. Con la Encarnación se inicia la nueva creación, de ella participamos nosotros por el bautismo: somos hijos de Dios y Dios es uno entre nosotros.

Tanto la lectura de la carta a los hebreos como del evangelista san Lucas, traen grandes mensajes al respecto, pero vamos a destacar uno: la aceptación de la voluntad de Dios por Cristo y por María. En hebreos leemos estas palabras puesta en boca de Cristo: “aquí estoy ¡Oh Dios! para hacer tu voluntad”, y Lucas en boca de María: “He aquí la esclava del señor, hágase en mí según tu palabra.

En la aldea de Nazaret, la joven María representa en cierta forma, a toda la humanidad necesitada de intervención de Dios.

Está escrito en el libro: “aquí estoy señor, oh Dios, para hacer tu voluntad. Y conforme a esa voluntad de Dios, todos quedamos santificados por la población del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre

Si por la desobediencia de Adán y Eva, vino el pecado y la muerte al mundo; por la obediencia de Cristo, y el sí de María, nos viene la salvación y la vida. María se convierte en Madre de Dios y madre nuestra, por su escucha obediente.

El que preside: A Dios padre omnipotente, que ha elegido a María, humilde criatura, para que cooperara con su proyecto de salvación pidamos con confianza: “Por intercesión de María, haz dóciles nuestros corazones”.

Por la Iglesia, pueblo de Dios, que peregrina en la Cuaresma hacia la Pascua; para que sepa responder a la llamada de Dios en todo lo que sucede, roguemos al Señor.

Por todos los llamados, como Moisés, a ejercer cargos de responsabilidad al servicio de los demás; para que cumplan su gestión con la mayor generosidad de ánimo, roguemos al Señor.

Por todos los que sufren injusticias, atropellos,… y han perdido la esperanza; para que sus quejas sean oídas, roguemos al Señor.

Por nosotros, a quienes ha tocado vivir en la última de las edades; para que no nos creamos seguros, sepamos comprender los signos de Dios y no se endurezca nuestro corazón, roguemos al Señor.

El que preside: Padre bueno, que nos has dado en María virgen un verdadero modelo de libertad y docilidad, haz que nos rindamos a los deseos de tu corazón de Padre. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.  Amén.

Lervidiana Castro Hernández/lervidianacastrohernandez1976@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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