17 de septiembre del 2023. IV Semana del Salterio

  • Primera lectura: Eclo 27, 33 – 28,9: “Perdonar para ser perdonado”.
  • Salmo Responsorial: 102, 1-4.9-12: “Misericordia y perdón de Dios”.
  • Segunda lectura: Rom 14, 7-9: “Le pertenecemos al Señor”.
  • Evangelio: Mt 18, 21-35: “Perdonar hasta setenta veces siete.

Color: VERDE

“COMPADECERSE”

«¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?»

Pedro consulta a Jesús sobre un tema muy concreto que sigue albergado en el corazón de muchas personas: pregunta por el límite del perdón. La respuesta es que no existe dicho límite: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22). Para explicar esta realidad, Jesús emplea una parábola. La pregunta del rey centra el tema de la parábola: «¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?» (Mt 18,33).

El perdón es un don, una gracia que procede del amor y la misericordia de Dios. Para Jesús, el perdón no tiene límites, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero y veraz. Pero exige abrir el corazón a la conversión, es decir, obrar con los demás según los criterios de Dios.

El pecado grave nos aparta de Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1470). El medio ordinario para recibir el perdón de ese pecado grave, por parte de Dios, es el sacramento de la Penitencia, y el acto del penitente como muestra de un verdadero arrepentimiento. Las obras propias que manifiestan un verdadero arrepentimiento son el signo del compromiso personal —que el cristiano ha asumido ante Dios— de comenzar una vida nueva, reparando en lo posible los daños causados al prójimo.

No puede haber perdón del pecado sin alguna acción que muestre el arrepentimiento cuyo fin es:

  1. Evitar que se cuelen otros pecados más graves;
  2. Rechazar el pecado con todas las fuerzas de mi ser (pues las penas son como un freno y hacen al penitente más cauto y vigilante);
  3. Quitar, con los actos virtuosos, los malos hábitos contraídos con el mal vivir;
  4. Asemejarnos a Cristo.

El ser humano es deudor con Dios por los beneficios recibidos, y por sus pecados cometidos. Por los primeros debe tributarle adoración y acción de gracias; y, por los segundos, es decir, por los pecados, arrepentimiento y cumplir la penitencia que le fue impuesta. El hombre de la parábola no estuvo dispuesto a realizar lo segundo, por lo tanto, se hizo incapaz de recibir el perdón.

(Guía mensual)

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