En la República Dominicana: Memoria Obligatoria: San Juan María Vianney (Cura de Ars), Presbítero
Martes, 8 de agosto del 2023
Color: BLANCO
- Primera Lectura. Núm 12, 1-13: “Perdón, señor; no nos exijas cuentas del pecado que hemos cometido insensatamente”.
- Salmo Responsorial. 50, 3-4.5-6.12-13 “Misericordia, Señor: hemos pecado”.
- Evangelio. Mt 14, 22-36: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!”.
“El secreto de navegar bien está en invitar a Jesús a bordo”
Hoy, en el calendario de la Iglesia en la República Dominicana, celebramos al Santo Cura de Ars. Su humildad, su predicación inspirada, su discernimiento y experiencia de Dios, y su don para dirigir espiritualmente a los penitentes fueron proverbiales. Confesor solícito durante cuatro décadas dedicando más de diez horas diarias, llegó a hacerlo entre dieciséis y dieciocho horas por día durante trece años, desde 1830 hasta que enfermó en 1843. Se lo considera uno de los grandes confesores de todos los tiempos. Le costó mucho llegar a ser ordenado, pero el Señor le eligió con su canal de gracia para los que se acercaban arrepentidos al sacramento de la confesión.
El salmo 50 que nos ofrece la liturgia, es el salmo penitencial por excelencia. Generaciones y generaciones de creyentes se han acercado a Dios, meditando estas palabras: “Misericordia, Dios mío por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa” … Nos alejamos del Señor, pero, Él siempre aguarda por nosotros. Reconocer nuestros pecados es el primer paso para acercarnos a Dios, para descansar en sus brazos y recuperar la gracia de la salvación.
«¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!», son las palabras de Jesús a sus discípulos que, en una frágil barca azotada por el viento, sienten que van a naufragar. En las turbulencias de la vida, también nosotros experimentamos muchos miedos, que nos paralizan y apagan nuestra esperanza. Cristo viene a nuestro rescate, y nos consuela otra vez: “No tengan miedo”.
El Señor nos da una clase práctica de confianza, esa confianza que debemos tener en Él, la cual debería sustentar nuestras vidas; eso no quiere decir que actuemos pasivamente, sino todo lo contrario, lo que nos pide es que, desde lo más profundo de nuestro corazón y haciendo uso de nuestras facultades de inteligencia y voluntad, sepamos discernir con un corazón humilde y lleno de confianza qué nos pide Dios y cómo podemos servirle mejor.
Jesucristo ora, «se retira al monte a orar», a dialogar con su Padre; ese mismo diálogo que buscamos tener nosotros con Él, en el silencio de nuestros corazones; esa intimidad que buscamos tener con nuestro Salvador.
Pidamos confiadamente al Señor que nos enseñe a ver y escuchar como Él lo hace, que podamos ver a nuestros hermanos que más necesiten de su presencia como lo eran los discípulos en la barca que remaban a contracorriente porque las fuerzas del viento les era contrarias. Pidamos que nosotros podamos ver al Señor y podamos hacerlo presente, para que lleve paz y amor a los demás; que seamos sembradores de fraternidad, de misericordia.
“La barca de nuestra vida a menudo se ve zarandeada por las olas y sacudida por el viento, y cuando las aguas están en calma, pronto vuelven a agitarse. Entonces la emprendemos con las tormentas del momento, que parecen ser nuestros únicos problemas. Pero el problema no es la tormenta del momento, sino cómo navegar en la vida. El secreto de navegar bien está en invitar a Jesús a bordo. Hay que darle a él el timón de la vida para que sea él quien lleve la ruta”. (Homilía de S.S. Francisco, 18 de noviembre de 2018).
Oración: Reconocemos, Señor, que necesitamos volver a Ti, llenar nuestras vidas de obras que reflejen tu bondad. Que no nos alejamos de Ti, y que al hacerlo volvamos a tus pies y recibamos tu abrazo de perdón. Amén.
(Guía Litúrgica)
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