Lunes, 1 de enero del 2024
- Primera lectura: Núm 6, 22 – 27: “La bendición Aarónica”.
- Salmo Responsorial: 67(66): “Que canten de alegría las naciones”.
- Segunda lectura: Gal 4,4-7: “De manera que ya no eres esclavo sino hijo”.
- Evangelio: Lc 2,16-21: “Encontraron al niñito acostado en la pesebrera”.
Solemnidad. Color: BLANCO
Hoy: Jornada Mundial por la paz
Año Nuevo: Iniciamos un nuevo año. Algunos acompañan los deseos de un año feliz con agüeros, horóscopos, y todo ese tipo de atavismos irracionales que hacen de enero un agosto para astrólogos, brujos y pitonisas. De nuestra parte vale la pena que aprovechemos esta ocasión para evaluar lo hecho y programar bien nuestro porvenir, de tal manera que los buenos deseos estén acompañados de una estrategia inteligente para hacer que este año sea realmente feliz.
Una buena inyección de fe y esperanza para comenzar este año es la bendición aaronítica (viene de Aarón – Primera lectura). Se han encontrado plaquetas con descripción de esta oración que datan del año 538, o sea, después del exilio en Babilonia. Junto a esta antigua bendición, unamos los buenos deseos y el trabajo metódico para conseguir la tan anhelada paz que Dios quiere y la humanidad necesita.
Jornada Mundial por la paz: Originalmente, fue una iniciativa de la Iglesia Católica que ha alcanzado una notable aceptación en la sociedad, gozando ya de un cierto estatuto civil. En todas las parroquias católicas así como en diferentes medios universales se reflexiona hoy sobre la necesidad de la paz mundial y los caminos que debemos tomar para conseguirla. Desde nuestra vivencia de fe podemos unirnos en la oración y en la búsqueda efectiva de la paz, empezando por una reconciliación interior que desborde hacia las familias, las comunidades y a toda la sociedad.
A nivel mundial, en este mes se acostumbra realizar el Foro Mundial Social, con la participación de representantes de miles de organizaciones. Vale la pena que también en nuestras parroquias, en nuestras familias y comunidades saquemos el espacio para pensar y reflexionar el porqué de la violencia entre nosotros y en el mundo. Busquemos caminos hacia la paz con justicia y equidad, acompañado nuestro compromiso efectivo con la oración.
María Madre de Dios: En los evangelios se llama a María sencillamente como la madre de Jesús (Hch 1,14) o la madre de mi Señor (Lc 1,43). No encontramos un solo versículo del Nuevo Testamento que hable de María como la madre de Dios; lo mismo sucede con los primeros siglos de cristianismo, hasta el siglo V.
En el año 431 hacía las veces de papa Celestino I, pero, como es sabido, desde Constantino el Grande que tomó el cristianismo como religión del imperio, el que mandaba en la Iglesia era el emperador. En común acuerdo entre el emperador romano de oriente Teodosio II y Valentino III, emperador romano en Occidente, convocaron al tercer concilio ecuménico de la historia cristiana, conocido como el Concilio de Éfeso.
Éfeso era una ciudad helénica en Jonia, territorio griego en la costa oeste de Asia Menor, con un puerto importante en la desembocadura del río Caístro que servía como punto de partida de las rutas comerciales hacia el interior de Asia Menor. Según los historiadores y los arqueólogos modernos que comenzaron las excavaciones en el año 1863, además de un gran centro comercial era un gran centro de adoración a diferentes deidades, de manera especial una deidad femenina llamada Artemisa o Diana en latín. La Gran Diosa Madre.
Con mucha frecuencia los líderes políticos suelen utilizar la religión para sus intereses. Desde que Constantino impuso el cristianismo como religión oficial, lo utilizó para unificar un imperio que se le salía de las manos; lo mismo hicieron sus sucesores. En ese momento necesitaban unificar la dimensión religiosa sin hacerse impopulares. ¿Cómo hacer que los efesios y todo el orbe romano acogiera el cristianismo y tuviera: un solo Señor (el emperador, en este caso), un solo bautismo, un sólo Dios y Padre? ¿Cómo hacer para complacer a los efesios cuyo imaginario religioso seguía inspirado por Gran Diosa Madre.
Cirilo de Alejandría, presidente del Concilio por delegación papal, lo tenía todo arreglado: declarar a María como Madre de Dios para reemplazar a la Gran Diosa Madre. Pero Nestorio, patriarca de Constantinopla, y su gente, se negaban otorgar el título de Theotokos (Madre de Dios) a María. Los padres de Antioquía que, como Nestorio no estaban de acuerdo con el título de Theotokos para María, no habían llegado.
Después de dos largos meses (junio y julio) y muchas discusiones no muy cristianas, el Concilio condenó a Nestorio por sus postulados, en ausencia de los padres de Antioquía, y con una influencia marcada de Cirilo de Alejandría quién presionó en las ponencias y las votaciones, el resultado fue el esperado: dogma de la Theotokos o Madre de Dios.
De ahí en adelante siguieron un sinnúmero de devociones, invocaciones y más dogmas sobre María. Los padres primitivos aceptaban las imperfecciones morales de María, pero en el siglo XI se habló de ella como la mujer con exención de pecados personales y originales. El ángelus apareció en el siglo XIII y el rosario entre XIII-XIV, haciéndole la última modificación en el 2003. El mes de María y el mes del rosario en el XIX-XX. En 1854 se proclamó el dogma de la “inmaculada concepción de María” y en 1950 el de la “asunción de María en cuerpo y alma al cielo”. Pío XII le dio una puntada final al promover las consagraciones del mundo al Corazón de María en 1942 y 1954.
A lo largo de la historia la piedad popular se ha incrementado con las famosas apariciones de la virgen: Guadalupe, en México (1531), Fátima, en Portugal (1917), Međugorje, en las montañas del sur de Bosnia-Herzegovina (1981), etc.
Así mismo han aparecido un gran número de congregaciones religiosas y laicales, con votos o sin votos, motivados por los dolores de la Virgen, por su corazón inmaculado, etc. Tenemos, entre otros, a los tradicionalistas Caballeros de la Virgen y su lenguaje medieval, a la legión de María nacida en Irlanda (1921) en un contexto de confrontación entre católicos y protestantes, con una simbología militar que presenta a María como la ferviente guerrera: “bella como una luna, brillante como el sol y terrible como un ejército en orden de batalla”. El Movimiento sacerdotal mariano que empezó en 1972 y hoy cuenta con más de 400 obispos y 10.000 sacerdotes en todo el mundo católico, convencidos de que son los hijos predilectos de la Santísima Virgen.
Todas las deidades femeninas acabadas de un plumazo por el imperio, fueron reemplazadas consciente o inconscientemente por la figura de María la nueva “Diosa Madre” que, aunque oficialmente se prohibía rendirle adoración, en muchas partes se le ha dado más importancia que al mismo Jesús. No hay duda de que en muchos corazones hay un profundo amor a María, pero no podemos desconocer la sutil y a veces definitiva influencia de los conflictos represivos ante la figura femenina por parte de los padres de la iglesia con una concepción dualista del ser humano. ¡Claro que estos grupos de una u otra manera han ayudado a que mucha gente se acerque a Dios y mejore su vida! Pero la María endiosada no es la auténtica.
Creo que deberíamos volver a la figura evangélica de María, la madre de Jesús, desmitificarla y despojarla de tantas adherencias fantásticas que nos muestran a una mujer sumisa y aturdida como en un nirvana celeste. Estas adherencias son muy bonitas y llenan un vacío afectivo en muchas personas, pero nos tapan la esencia de la mujer sencilla, llena de gracia que aceptó ser instrumento en las manos de Dios para hacer parte de la realización de su proyecto constructor de una nueva humanidad. Necesitamos a acercarnos a la fuente y contemplar con gozo cómo Dios se sirvió de ella para ofrecernos, desde el pesebre de Belén, con el anonimato y la marginalidad de su “pobre existencia”, a Jesús, “nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos Hijos suyos”, (Segunda lectura) para que ya no fuéramos esclavos sino hijos, con la libertad y la alegría plena de poder clamar ¡Abbá!
Los Pastores: Para nuestro imaginario religioso colectivo los pastores son algo bonito, tierno, tal vez, romántico, con sus ovejitas, el cayado, vestidos de manera sencilla y siempre sonrientes, relacionados, por supuesto, con Jesús, el Buen Pastor. Pero, históricamente, los pastores constituían una clase despreciada, y su profesión hacía a las personas impuras ante la ley. No tenían tierras, casas, dinero, a lo sumo unos cuantos animales. Dormían a la intemperie y con frecuencia invadían campos ajenos en búsqueda de agua o comida para sus ovejas y se metían en las casas para robar. Pues precisamente a estos “desgraciados”, marginados y empobrecidos, fue a los primeros que, según Lucas, se les anunció la Buena Noticia. Y fueron ellos los que mejor respondieron al llamado del Señor.
Con los pastores, como primeros destinatarios del mensaje y primeros en responder al llamado, confirmamos, como afirmó Ignacio Ellacuría que “de los pobres y de las víctimas nace esperanza (no el miedo que abunda en el primer mundo), y la fuerza para la conversión, el difícil cambio del corazón de piedra en corazón de carne, tan necesario al ver con cuánta dificultad el mundo de abundancia renuncia a su lujo insultante y sigue escenificando, sin avergonzarse, la parábola del ricachón y del pobre Lázaro”. En el contacto con los pobres de este mundo, diría Jon Sobrino, “descubrimos otros bienes fundamentales que están más presentes en el mundo de la pobreza que en el de la riqueza: alegría, creatividad, lucha, paciencia, arte, cultura, esperanza, y no sólo como elementos aislados, sino como “una civilización de la solidaridad”.
Oración
Oh Dios Padre de bondad, te bendecimos por este nuevo año. Por esta nueva oportunidad para vivir, para compartir, para amar, para construir nuestra propia realización y felicidad. Creemos firmemente que este año será muy feliz porque contamos contigo, con tu bendición abundante, con tu acción perenne; con tu ayuda trabajaremos para que la tierra que nos diste produzca abundantes frutos de vida, de alegría, de plenitud y de gracia para todos.
María, nuestra buena madre, acompaña nuestra oración y nuestro continuo caminar por la historia. Queremos vivir una fe comprometida y profundamente enraizada en el corazón de Dios. Queremos, como tú, escuchar la Palabra y ponerla por obra en nuestro día a día. Queremos, como tú, contemplar con gozo la acción salvadora de Dios en medio de los avatares diarios y obrar adecuadamente según las necesidades del momento presente con la sabiduría divina.
Acompaña nuestras familias y comunidades, para que, experimentando tu amor maternal, seamos, como tú, portadores del Espíritu, de la Buena Noticia de la salvación y la comuniquemos a tantas personas que apenas sobreviven y son víctimas de un gran vacío existencial que sólo lo puede llenar el amor misericordioso de Dios, Padre y Madre. Acompáñanos con tu amor maternal para que, como tú, nos pongamos en camino con Jesucristo, tu hijo muy amado, le digamos sí a su proyecto desde el principio hasta el final y seamos testigos de su gloria. Amén.
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