Lunes, 1 de enero del 2024
- Primera lectura: Núm 6, 22 – 27: “La bendición Aarónica”.
- Salmo Responsorial: 67(66): “Que canten de alegría las naciones”.
- Segunda lectura: Gal 4,4-7: “De manera que ya no eres esclavo sino hijo”.
- Evangelio: Lc 2,16-21: “Encontraron al niñito acostado en la pesebrera”.
Solemnidad. Color: BLANCO
“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”
Iniciamos este nuevo año con las siguientes palabras: bendición, protección, iluminación, favor, paz e invocación. Además, comenzamos celebrando la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Nos adentramos a la nueva aventura propuesta con nuestro nuevo tema del año: “Un pueblo orante que refleja a Cristo en su vida personal, familiar, comunitaria y social”, y el lema: “Con Jesús, en comunión y oración, transformamos la Nación”.
La Iglesia, madre y sabia, nos quiere orientar mediante la oración a testimoniar a Cristo en todos nuestros entornos para que juntos – en comunión – logremos transformar nuestro pueblo.
Yahveh, inspirando solemne y litúrgicamente a Moisés y a Aarón, les bendice para que persigan la paz con actitud cimentada sobre la oración, mirada puesta en su rostro para que iluminen, invoquen y traigan todo lo favorable al pueblo. En cada bendición solicitada a Dios nos encontramos de cara con la paz, la sanidad, el desarrollo y la fraternidad. En la bendición nos cruzamos con la alegría del encuentro, la mano del amor, la honradez del trabajo, la plenitud de lo sencillo y la creación de la comunión. En cada rincón sano de nuestras vidas vive la bendición. En Dios y en su Hijo, cuyo nacimiento recién celebramos, nos vamos transformando todos.
Hoy volvemos al tema del nacimiento con matiz mariológico. Los pastores se encuentran con un recién nacido, pero también con María y José. El niño nace en el seno de una familia y será cuidado y educado dentro de la seguridad de un hogar. Las promesas se cumplen y llega la “plenitud de los tiempos” para todos, dentro y fuera de Israel. Un niño cuyo nombre fue elegido por Dios mediante el ángel antes de su concepción. Un niño nacido de mujer cuyo rostro había sido iluminado por su Dios. María, mujer de pueblo, de oración, invocación constante y de tradición profunda había depositado su fe, protección y camino en las promesas de su Padre. Hoy celebramos alegremente a todas las personas que buscan el rostro de Dios para traer paz a un mundo sufrido.
Elevamos nuestras oraciones pidiendo la intercesión de la Madre que trajo al mundo al Dios encarnado de nuestra salvación, Jesús. “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Movidos por el Espíritu, reflejemos a Cristo en nuestras vidas personales, familiares, comunitarias y en toda la sociedad.
(Guía Litúrgica)
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