• Primera lectura. Ez 47,1-9.12: “El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar”.
  • Salmo Responsorial. 45,2-3.5-6.8-9: “El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob”.
  • Evangelio. Jn 5, 1-3a-16: “Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor”.

Color: MORADO

La vida de pecado del paralítico ha llegado a su fin, con la curación comienza a participar nuevamente de la gracia de Jesús

Ayer leíamos el segundo milagro o signo de Jesús narrado por el evangelista Juan. Hoy asistimos al tercer signo: la curación del paralítico. El lugar donde ocurre este milagro es en la piscina de Betesda. Este era un lugar pagano donde se le rendía culto al dios de la salud, Esculapio.

Corrían rumores sobre algunos enfermos que se sanaban al entrar en la piscina, pero lo tenían que hacer justo en el momento en que las aguas comenzaban a moverse. Por eso, según el paralítico, llevaba treinta y ocho años y no se había curado porque alguien siempre se le adelantaba.

Jesús, toma la iniciativa y le pregunta al paralítico si quería quedar sano a lo que éste le responde: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado”. De alguna manera nos está diciendo el texto que nosotros no podemos salvarnos por sí mismos, necesitamos de alguien y para nosotros, los creyentes, ese alguien es Jesús. Ante el contraste del agua de la piscina que no había podido curar al paralítico está Jesús, el agua viva que da vida, que sana. Es esta fuente de agua viva la que hará al paralítico ver la vida de otro color, la que lo liberará de las muletas y le hará volver los ojos al único que puede salvarnos, el único que nos da la vida, a Jesús.

Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor”. La vida de pecado del paralítico ha llegado a su fin, con la curación comienza a participar nuevamente de la gracia de Jesús.

         Llama la atención en el texto la actitud de los judíos que en vez de alegrarse porque un hermano suyo ha vuelto a la vida, lo que hacen es fijarse en la ley. Cuando lo más importante no es si se cumple o no la ley, sino que ese hermano puede volver a su vida cotidiana. No se puede anteponer una ley ante la vida, ante el bien.

(Guía Litúrgica)

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