P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

Nuestro mundo está conformado por cuatro estaciones en el año: primavera, verano, otoño e invierno. Y precisamente en el otoño comienzan las hojas de los árboles a caerse, volviéndose todo triste, melancólico, y la naturaleza refleja que se va quedando sin esperanza y sin optimismo. Pero luego descubrimos, que Dios creó un mundo tan perfecto, que este proceso es necesario para que las plantas mismas se puedan renovar, embellecerse y para que sea posible, además, la permanencia de un planeta hermoso y lleno de vida.

Sin embargo, si nos fijamos bien, los árboles solamente cambian las hojas, nunca las raíces, solo modifican el exterior, jamás su interior. Este dato parece simple, insignificante a la vista de muchos, pero en el fondo nos está diciendo una gran verdad: podemos cambiar todo, pero nunca lo que sostiene la propia existencia, porque si ignoramos esto e intentamos hacer todo lo contrario, es decir, cambiar la esencia, entonces el árbol completo moriría. Ya que si nos detenemos detenidamente, son las raíces que alimentan las hojas, es el corazón mismo de la naturaleza que sostiene todo lo que pueden observar nuestros ojos.

Este ejemplo de las hojas y las raíces, nos pueden iluminar en la realidad actual en la que estamos inmersos todos. Pues, hoy se aboga por cambiar todo: la familia, las costumbres, los principios, los valores. En fin, hay una tendencia insistente de sostener que todo lo anterior a esta generación, ya no sirve, pasó de moda, y por tanto, debe ser cambiado, quitado, sustituido por otra cosa nueva.

Ahora bien, la intención de los que proponen cambiarlo todo: ideas, pensamientos, fundamentos e incluso las raíces que sostiene lo que somos y tenemos, aparentemente da la impresión que es una propuesta genial, excelente y digna de admirar. Pero ignoran que las emociones, los sentimientos y los caprichos humanos no pueden ser los argumentos utilizados para mirar el mundo, porque hay límites y realidades que deben primero ser conocidas antes de emprender cualquier plan y proyecto. Ya que podemos caer en la tentación de pasar de creer que somos el Creador, cuando lo que realmente somos es criatura.

El poeta, dramaturgo y novelista francés, Víctor Hugo, dijo una vez: “Cambia de opinión, mantén tus principios; cambia tus hojas, mantén intactas tus raíces”, porque si todo fuera cambiable, modificable, significa entonces que de una forma o de otra, Dios se equivocó e incluso hasta Él mismo debe ser cambiado.

En definitiva, hay que vivir con los pies en la tierra antes de soñar con estar con ellos en la luna. No nos podemos pasar la vida entera viviendo de ingenuidad y elevando nuestro corazón fuera de la realidad, aspirando a ser Superman o el hombre araña, sin ser conscientes que ellos son personas de películas, no seres reales. Pues, una cosa es ser optimista y otra es construir lo que somos tomando en cuenta la realidad en la que estamos plantados. Por eso, puedes cambiar tus hojas, pero no cambies jamás tus raíces, porque son tu identidad y el ADN de lo que eres. 

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