Padre Manuel Antonio García Salcedo. Fuente: revistarayodeluz.com

Arquidiócesis de Santo Domingo

Fiesta grande en la Iglesia, 6 de agosto, la Transfiguración del Señor; también celebrada el II Domingo de Cuaresma, verdadero camino de Luz. A la Luz por la Cruz, Ad Lucem per Crucem, dijo el gran Papa de la renovación actual de nuestra Iglesia, san Pablo VI (1964-1978). Siendo esta celebración una de sus preferidas.

Lo ocurrido en el Monte Tabor (Evangelio de san Mateo 17, 1-9), pocos días antes de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, fue el anuncio de su crucifixión en el Monte Gólgota, la Calavera. Bien supo el Papa que llevar a realización la tan anhelada renovación de la Iglesia, el Nuevo Pentecostés del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) traería malos entendidos, lágrimas, desencuentros, correcciones y la búsqueda incesante de reconciliación entre todos los sectores de la vida eclesial y civil. Por esta razón, publica el 6 de agosto del 1964 su programa de gobierno papal, su primera encíclica llamada: Su Iglesia (Ecclesiam Suam).

¿A QUIÉNES LLEVÓ CONSIGO JESÚS, EL SEÑOR, A LO MÁS ALTO DEL MONTE SANTO? 

A tres de sus Apóstoles, los de mayor confianza, quienes estuvieron en la resurrección de aquella niña muerta, en la casa del Jefe de la Sinagoga. Cristo expulsó a las lloronas de la muerte. Hizo caso omiso a los que se reían de su ministerio. Resucitó a la niña con el Talita Kumi (Te lo digo, levántate) ante sus padres y de Pedro, Santiago y Juan. Los mismos que después de participar del Misterio de Luz, cuarto del Santo Rosario que se reza los jueves eucarísticos sacerdotales, quedaron dormidos. No hicieron vigilia de oración en Getsemaní. Su carne era débil, aunque su espíritu fuese animoso y esmerado.

HE AQUÍ LA OTRA CARA DE LA TRANSFIGURACIÓN, LA DOLO- ROSA PASIÓN DEL SEÑOR. Lo primero fue una visión anticipada de la Gloria del Señor, las caras de una misma medalla santa. De ahí radica la importancia de esta celebración. Solamente a la luz de la Transfiguración podremos atravesar la vía de la dolorosa Pasión del Señor y soportar el dolor de su cruenta muerte en la Cruz.

De gran importancia es el Ícono de la Transfiguración del Señor para los cristianos orientales. Contemplar la hermosura de su mensaje divino nos hace presentes en aquella ocasión, tal como la Iglesia lo ha enseñado por todas las generaciones siguientes. Momento en que Jesús manifiesta su gloria por anticipado a los suyos. Moisés, el gran legislador y Elías Profeta, el hombre del fuego de Dios, la Ley y los Profetas de la Antigua Alianza, asienten a la voz del Padre Celestial: ¡ESTE ES MI HIJO, ESCÚCHENLO! 

La nube gloriosa, símbolo del Espíritu Santo, recubre a todos. Estamos ante la Nueva y Definitiva Alianza. Dios se ha hecho Morada, Tienda del Encuentro. No es casualidad que el quinto y último Misterio Luminoso, a seguidas de la Transfiguración en el Santo Rosario sea la celebración de la Eucaristía, la Cena del Señor con sus Apóstoles:

¡Cada vez que comemos de este Pan y bebemos de este Cáliz anunciamos tu muerte Señor, hasta que vuelva!

Dirá san Pablo al mismo Misterio de la Eucaristía: Nos vamos transformando de gloria en gloria hasta convertirnos en la misma Imagen del Señor (II Co. 3,17-19).

San Pedro, siempre san Pedro, interlocutor entre Jesús y nosotros, los hijos de la Iglesia, espontáneamente, impulsivo, derrama su corazón creyente: ¡Qué bien estamos acá, hagamos tres chozas! Gran tentación, no saber lo que decimos, lo que hacemos en la tempestad o en el gozo que nos desborda. Bien dice el dicho: en tiempos tumultuosos no se hacen cambios. ¡Cuánto más profundo es el río, menos ruido hace! Pedro recibe reprimen- das por negarse a enfrentar los desafíos de la vida, por no querer bajar de la montaña, y negarse a pagar el precio del bien de los nuestros y de la sociedad con los mejores valores cristianos. Después de la Resurrección del Señor, san Pedro participó de la gloria del Señor en lo alto de la Colina del Vaticano entregando su vida por la Iglesia.

Así, como san Pedro, san Pablo VI fue el Papa mártir de estos tiempos, llevó el Evangelio de Jesucristo a Tierra Santa, India, Estados Unidos, Colombia, Fátima, al Consejo Mundial de las Iglesias, Filipinas, Hong Kong, Australia. Actualizó la Liturgia para una celebración más consciente, realizó importantes iniciativas de acercamiento con otras Iglesias, motivó la evangelización para una mejor participación de los Sacramentos, Buscó con los no cristianos colaborar con la paz, la solidaridad y la justicia. Dialogó con el mundo moderno. 

Puso al día la vida de las distintas vocaciones. Defendió valientemente la vida humana desde antes de su concepción. Realizó acciones caritativas para los pobres. Perdonó los ataques verbales y físicos contra su persona y su autoridad de Vicario de Cristo en la tierra. Todo por la Iglesia. Todo por la salvación del mundo. El mismo día, 6 de agosto del 1978, murió este Papa. Día domingo, aquel año. ¿Por qué también nosotros no buscamos con la Santa Comunión la gracia de Transfigurarnos a imagen de Jesús, Victorioso Señor?

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