Sábado, 11 de enero del 2025
Homilía: Bautismo del Señor. Ciclo C
- Primera lectura. 1Jn 5,5-6. 8-13: “Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.
- Salmo Responsorial: 147,12-13.14-15.19-20: “Glorifica al Señor, Jerusalén”.
- Evangelio. Lc 5, 12-16: “Señor, si quieres puedes limpiarme”.
Color: BLANCO
“Que seamos testigos fieles del amor de Cristo”
El testimonio es una de las formas más poderosas de expresar nuestra fe. Para el cristiano, ser testigo es vivir de tal manera que nuestra vida refleje el amor y la verdad de Cristo. No se trata solo de palabras, sino de acciones que muestran el poder transformador de Dios en nuestras vidas. En la primera Lectura, San Juan nos habla del testimonio de Dios, que es mayor que el testimonio humano. Este testimonio es Jesús, el Hijo de Dios, quien nos da la vida eterna. Como cristianos, somos llamados a ser testigos de este don, mostrando con nuestra vida que creemos en Jesús y en su poder salvador.
En el Evangelio de hoy, vemos a un leproso que se acerca a Jesús buscando sanación. En tiempos de Jesús, los leprosos vivían aislados, marginados de la sociedad. La lepra no solo era una enfermedad física, sino que también conllevaba una carga social y religiosa: eran considerados impuros, y, por lo tanto, separados del culto y de la comunidad. Nadie se atrevía a tocarlos, pues según las enseñanzas de la Ley, tocar a un leproso hacía a la persona también impura.
Sin embargo, en este encuentro, Jesús no solo habla con el leproso, sino que lo toca, algo que iba completamente contra las costumbres de la época. Al hacerlo, Jesús rompe con los prejuicios y barreras sociales, demostrando que su amor y misericordia no conocen límites. Jesús no teme acercarse a quienes son marginados o excluidos, y su toque tiene el poder de sanar tanto el cuerpo como el alma.
Después de sanarlo, Jesús le dice: «Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les conste». Esto es importante porque en la Ley de Moisés, solo los sacerdotes podían declarar a alguien oficialmente puro después de haber tenido lepra, permitiéndole regresar a la comunidad. Jesús, al enviar al leproso al sacerdote, no solo lo sana físicamente, sino que también lo reintegra social y religiosamente.
Es interesante notar que Jesús le recomienda no decirle a nadie lo que había sucedido. Esto puede parecer extraño, pero refleja la humildad de Jesús y su deseo de evitar que su misión sea malinterpretada como un simple espectáculo de milagros. Jesús quería que las personas lo buscaran no solo por lo que podía hacer físicamente, sino por la salvación y el amor que traía al mundo.
Para nosotros, el mensaje es claro: como cristianos, estamos llamados a acercarnos a aquellos que son marginados en nuestra sociedad, a tocarlos con el amor de Cristo y a testimoniar, no solo con palabras, sino con nuestras acciones. Así como Jesús tocó al leproso y lo sanó, también nosotros debemos ser instrumentos de sanación y reconciliación en nuestras comunidades. Nuestro testimonio es más poderoso cuando no solo hablamos de nuestra fe, sino cuando la vivimos plenamente, ayudando a quienes más lo necesitan.
Que seamos testigos fieles del amor de Cristo, tocando vidas con compasión y siendo reflejo de su misericordia en el mundo.
(Guía Mensual)
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