(Memoria Obligatoria: San Carlos Borromeo, Obispo)

Sábado, 4 de noviembre del 2023

BLANCO

Homilía 1: XXXI Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A

  • Primera Lectura. Rom 11,1-2a.11-12.25-29: “Dios los ama en atención a los patriarcas, pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables”.
  • Salmo Responsorial. 93, 12-13a.14-15.17-18 : “El Señor no rechaza a su pueblo”.
  • Evangelio. Lc 14, 1.7-11: “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

“Saliendo de nosotros mismos y viviendo el amor a los demás”

“El Señor no rechaza a su pueblo” es el estribillo al salmo de hoy. Tú y yo somos parte del Pueblo de Dios. ¡Qué bueno es saber, pues, que el Señor no nos rechaza!… pero ¡siempre espera lo mejor de nosotros! Sí. El Señor no nos rechaza, pero siempre espera lo mejor de nosotros

Así como es “dichoso” el hombre a quien educa el Señor y le enseña su ley, así también para nosotros ser dichosos debemos, como padres de familia, “formar a nuestros hijos según las enseñanzas del Señor”. A esto nos llama nuestra Iglesia en este Mes de la Familia.

En ocasiones nos dejamos arrastrar por el mundo y llegamos a ser partícipes de la “carrera loca” que este nos impone para alcanzar fama, poder y comodidad a cualquier precio, incluso sacrificando la armonía familiar, porque nos convencemos a nosotros mismos (de) que “tener es poder” y que una vida orientada al “tener” es una vida bien orientada. ¡Qué triste pensamiento!

Nos olvidamos del “ser” para centrarnos en el “tener”. Siempre estamos buscando notoriedad y distinción. Queremos que nos reconozcan, que nos respeten y que se inclinen, si es preciso, frente a nuestras cualidades, frente a nuestro poder, frente a nuestro lujo, frente a nuestro dinero. Queremos muchas veces (si no siempre) ocupar lugares preferenciales, buscando tratamientos especiales y privilegiados.

Sin embargo, Jesús en el Evangelio de hoy nos da la motivación para vivir la humildad, saliendo de nosotros mismos y viviendo el amor a los demás, el amor al prójimo, de manera especial en nuestro seno familiar. La humildad ha de llevarnos a dejar de querer ocupar los primeros puestos en el hogar, trabajo, en la comunidad, en la Iglesia.

Se trata pues de un acto de caridad oculta, que sólo Dios ve y que ciertamente será recompensado con creces. Esta es la actitud que Cristo nos invita a vivir hoy. Me invita a dejar a mi prójimo los mejores puestos por amor a Dios. Es un llamado a vivir el mismo ejemplo de Cristo, quien lavó los pies a sus discípulos en el más hermoso gesto de amor y donación.

Podemos vivir hoy la virtud de la humildad dejando de pensar en nosotros mismos y dando nuestra preferencia al prójimo. Así daremos testimonio a nuestros hijos para irlos formando según las enseñanzas de Cristo. Así sea.

(Guía Litúrgica)

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