Feria o Conmemoración de Santa Perpetua y Santa Felicidad, Mártires
Viernes, 7 de marzo del 2025
Homilía: I Domingo. Tiempo Cuaresma. Ciclo C
Color: MORADO. 4ta. Semana del Salterio
- Primera Lectura. Is 58, 1-9a: “Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento”.
- Salmo Responsorial: 50,3-4.5-6a.18-19: “Un corazón quebrantado y humillado, Tú, Dios mío, no lo desprecias”.
- Evangelio. Mt 9,14-15: “Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán”.
“El ayuno debe estar acompañado por la alegría”
Queridos hermanos y hermanas: la liturgia de la Palabra nos invita a reflexionar profundamente sobre el verdadero sentido del ayuno y su conexión con la misericordia y la esperanza. El profeta Isaías nos confronta con una denuncia clara: el ayuno vacío, reducido a prácticas exteriores, no transforma ni el corazón ni la conducta. Dios no se complace en simples formalidades, sino en una penitencia que renueve el espíritu y se traduzca en la práctica de la justicia y del bien. El Señor está al lado de aquellos que, movidos por el amor, se esfuerzan por vivir con generosidad y compasión.
Que nuestro ayuno sea un signo de nuestra dependencia de Dios y, a la vez, una expresión de apertura hacia los demás, especialmente hacia quienes más lo necesitan. El ayuno, sin caridad, pierde su sentido. Como nos enseña la Palabra, es absurdo ayunar sin una verdadera abstinencia interior, sin dejar de lado aquello que nos aleja de Dios y del prójimo. Aprovechemos este tiempo para unir el ayuno a la limosna, compartiendo con los más necesitados y siendo reflejo de la misericordia divina.
En el Evangelio, Jesús nos recuerda que el ayuno debe estar acompañado por la alegría. ¿Cómo ayunar en medio de una boda, en un ambiente de celebración? Sin embargo, también señala que habrá momentos en que el ayuno será necesario: “Llegará un día en que se lleven al novio, entonces sí ayunarán”. En nuestra tradición, el ayuno no solo implica la moderación en los alimentos, sino, más urgentemente, la renuncia a vicios y pecados que contaminan nuestra vida: soberbia, lujuria, vanidad, y la obsesión por el tener y el gastar.
San Agustín lo decía claramente: “Para ayunar de veras, hay que abstenerse de veras de todo pecado”. El ayuno, entonces, nos ayuda a depender más de Dios y a descubrir que, al alejarnos de los vicios, nos abrimos a la vida plena y verdadera, esa vida que se encuentra en la gracia divina.
Pidamos al Señor la gracia de una conversión sincera. Que esta Cuaresma sea un camino hacia la Pascua, lleno de sobriedad, humildad y misericordia, como nos invita San Pablo al vivir una vida sobria, honrada y plena de esperanza.
Que el Señor nos guíe a valorar la pobreza como un camino de libertad y a compartir generosamente con quienes carecen de lo necesario. Que nuestros ayunos, tanto exteriores como interiores, sean para los demás una oportunidad de esperanza y para nosotros, un camino hacia la vida nueva en Cristo.
(Guía Litúrgica)
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