• Primera lectura: Hch 9, 26-31: “La Iglesia gozaba de paz”.
  • Salmo Responsorial: 21: “Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá”. 
  • Segunda lectura: I Jn 3, 18-24: “Amar no sólo de palabra, sino con obras y de verdad”.
  • Evangelio: Jn 15, 1-8: “Yo soy la verdadera vid, y el viñador es mi Padre”.

Color: BLANCO

Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

Estamos en el V Domingo de Pascua y nuestra Iglesia Diocesana de San Juan de la Maguana y la comunidad de Guayabal se regocijan y celebra por la ordenación diaconal de su hijo Santo Esteban Peña Cedano, ordenar un nuevo diacono es motivo de alegría y se convierte en un estímulo de esperanza y luz para toda la comunidad diocesana, Dios bendiga y acompañe la vida y el ministerio de este hijo querido.  

En el Evangelio encontramos que:  En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid”. Por lo visto Jesús usa un recurso muy gráfico y práctico para referirse a su propia persona, se autodefine como la verdadera vid, muy interesante, ya que la vid es el tronco del árbol de uva, es bueno recordar que todo árbol que tiene la posibilidad de dar frutos está llamado a producir.

En ese mismo orden define a su Padre como el labrador. El labrador tiene unas características muy propias, es aquel que cuida, protege, abona y acompaña. “A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto”. Los sarmientos son las ramas en donde estamos representados tú y yo, pero las ramas tienen una condición muy marcada, aquella que no produce frutos es cortada, arrojada y destruida, así mismo la rama que produce es podada y cuidada con el objetivo de que de fruto en abundancia.

“Ustedes están limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en mí, y yo en ustedes”. Jesús hace un reconocimiento público del poder que tiene la palabra para limpiar y purificar nuestra persona y al mismo tiempo nos invita directamente a permanecer en él. “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí”. Es bueno que nos hagamos conscientes que solo unidos a él seremos capaces de fructificar en santidad, en solidaridad, en amor y en perdón.  “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada”.

Sin él no podemos hacer nada, tampoco llegaremos muy lejos en nuestros proyectos y en nuestros sueños y anhelos. “Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden”. La decisión es nuestra si queremos permanecer unido a él o si por el contrario renegar de él y quedarnos fuera del proyecto del reino. “Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que deseen, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que den fruto abundante; así serán discípulos míos”.  

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