Sábado, 12 de abril del 2025
Color: MORADO. I Semana del Salterio
Homilía: Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Ciclo C
- Primera Lectura. Ez 37,21-28: “Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios”.
- Salmo Responsorial: Jeremías 31,10.11-12ab.13: “El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño”.
- Evangelio. Jn 11, 45-57: «Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué les parece? ¿No vendrá a la fiesta?”.
“El Señor nos regala cada día sus bendiciones”
En los años 582 y 570 (a.C.), tiempo en donde profetizó Ezequiel, el pueblo de Israel se encontraba bajo el dominio de los babilonios. Un pueblo dividido, idolatra, pecador y rebelde. A pesar del mal comportamiento, el Señor le promete, la unión en una sola nación, no separarlos más, perdonar sus pecados, en donde reinara un solo rey, un solo pastor y les daría la tierra prometida que le dio a su servidor Jacob, que viviría para siempre, ellos sus hijos y su servidor el rey David. Aquí vemos la misericordia de Dios para su pueblo.
El profeta Ezequiel vio más allá de la tragedia por la que pasaba el pueblo de Israel; vio una época de futura renovación, donde el Señor consagraría a su pueblo, les daría un corazón y un espíritu nuevo. El profeta Ezequiel fortalece nuestra fe.
Nosotros también hemos recibido las promesas del Señor. La vida nos presenta situaciones difíciles, como el tener que emigrar a otros países, como el pueblo de Israel en aquella época, y somos víctimas del mal trato, por diferencias raciales; pero como el pueblo judío, que siempre soñó con volver a su tierra y reconstruir su templo, así nosotros cuando por diferentes razones tenemos que dejar nuestro país, también soñamos con regresar. Esta primera lectura de hoy nos llama al arrepentimiento de nuestras malas acciones; pero también nos llama a confiar en el amor y misericordia de Dios. El Señor nos regala cada día sus bendiciones; despertemos y veamos con los ojos espirituales.
En el Evangelio de hoy se nos presentan dos tipos de personas: por un lado, los que creyeron en Jesús, y por el otro lado, los que fueron a contar a los fariseos, con no buenas intenciones, lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos, reunidos en el Sanedrín, en defensa de sus intereses y el miedo a perder el poder y la gracia de los romanos, deciden dar muerte a Jesús. Caifás motivó su propósito diciendo: “no comprenden que les conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.”
¿Dónde estamos nosotros? ¿En el grupo que vemos las obras del Señor en nuestras vidas, y creemos a pesar de las dificultades de la vida, o estamos en el grupo que vemos las obras, en nuestras vidas y dudamos, y a veces no creemos?
¿Acaso estamos dentro del grupo de los fariseos, sacerdotes y sumo sacerdotes, que vemos los milagros en nuestro entorno y en nuestras vidas y, aun así, matamos al Señor con nuestro comportamiento, solo poniendo interés en poseer bienes materiales y poder, para alimentar nuestro ego, con los reconocimientos?
Pidamos al Señor humildad y fe para que despertemos del sueño y ver con ojos espirituales las obras y bendiciones del Señor.
(Guía Litúrgica)
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