Jueves, 24 de abril del 2025
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- Primera Lectura. Hch 3,11-26: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”.
- Salmo Responsorial: 8,2a.5.6-7.8-9: “Señor, dueño nuestro, ¡Que admirable es tu nombre en toda la tierra!”.
- Evangelio. Lc 24, 35-48: “Paz a ustedes”.
“Ser testigos de lo que han visto y oído”
“Paz con Ustedes”, es lo primero que escuchan los discípulos de Jesús después de la resurrección y es el genuino deseo de que estén tranquilos, y nos evoca el salmo 46,10, “Estén quietos, y conozcan que yo soy Dios”, el deseo de liberarlos del miedo y de la incertidumbre en que se encontraban. La paz que da seguridad, cercanía y sobre todo confianza en que Dios tiene el control.
Era difícil para los discípulos entender lo que estaba pasando: la resurrección, y asimilarlo con sus mentes, aun viendo las llagas de las manos y los pies y viendo a Jesús comer delante de ellos. Al leer el Evangelio de hoy, tenemos la tentación de criticar a los discípulos y hasta acusarlos por su reacción (y pensar que hubiéramos actuado diferente de haber sido nosotros en lugar de ellos).
Ellos, al ver a Jesús piensan que es un espíritu, ya que no pueden creer que sea el mismo Jesús al que vieron morir. Muchas veces, nosotros también dudamos cuando las cosas no salen como esperamos o cuando experimentamos situaciones difíciles. A veces nos cuesta reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas, porque estamos atrapados en el miedo y la duda. Cuando nos enfrentamos a problemas de salud, trabajo o familiares, podemos sentirnos desconectados de Dios, como si Él no estuviera cerca de nosotros. Pero, así como Jesús mostró sus manos y pies a los discípulos, Él también nos muestra señales de su presencia, a través de la oración, las personas que nos apoyan, o la paz interior que sentimos. Al igual que a los discípulos en ese momento, también nosotros necesitamos de la gracia de Dios, para que se abran nuestras mentes y nuestros corazones.
Jesús les explica a los discípulos cómo todo lo que ha sucedido con Él está escrito en las Escrituras: la Ley de Moisés, los profetas y los salmos. Les ayuda a comprender que la resurrección no fue un accidente, sino parte del plan de Dios desde el principio. Esto nos recuerda la importancia de la Palabra de Dios en nuestras vidas.
Al finalizar, Jesús les da a sus discípulos una misión clara: ser testigos de lo que han visto y oído, es decir, ser personas que compartan con los demás la buena noticia de la resurrección y del amor de Dios. ¿Qué significa ser testigos? significa compartir con otros lo que hemos experimentado en nuestra vida con Jesús: su amor, su perdón, su presencia. No se trata de ser un «testigo» en el sentido legal de contar lo que vimos en un juicio, sino más bien de dar testimonio con nuestra vida, mostrando a través de nuestras acciones, palabras y actitudes lo que Cristo ha hecho en nosotros.
Demos gracias a Dios por la resurrección, por renovar nuestra esperanza, por el regalo de su presencia y por su amor. Pidámosle una doble efusión de su Espíritu Santo, para que podamos ser fuertes en la fe y en la esperanza siendo testigos fieles, sabiendo que Él está con nosotros.
(Guía Litúrgica)
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