Viernes, 2 de mayo del 2025
Memoria Obligatoria: San Atanasio, Obispo y Doctor de la Iglesia
Color: BLANCO
Homilía: III Domingo de Pascua. Ciclo C
- Primera Lectura. Hch 5,38-42: “Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo”.
- Salmo Responsorial: 26,1.4.13-14: “Una cosa pido al Señor: habitar en su casa”.
- Evangelio. Jn 6,1-15: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados”.
“Habitar en la casa del Señor y a esperar en Él”

El episodio de la multiplicación de los panes y peces, narrado en el Evangelio de Juan, nos ofrece un horizonte de esperanza que conecta con la visión del Reino de Dios, con el lema de nuestro año jubilar: PEREGRINOS DE ESPERANZA, CAMINANDO HACIA LA PASCUA y con el lema de nuestro mes: “ESPERAMOS, CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA” (2 P 3,13). Este milagro, que aparece con tanta fuerza en los Evangelios (seis veces aparece su narración), no solo habla de la bondad de Jesús al satisfacer las necesidades materiales de quienes lo seguían, sino que apunta a una realidad mucho más profunda: el Reino que Él inaugura es un Reino de abundancia, fraternidad y comunión.
El signo del pan partido y compartido nos recuerda el poder transformador de la Eucaristía, donde Cristo se da a nosotros como Pan de Vida, sustento espiritual para nuestra jornada hacia los “cielos y tierra nuevos” prometidos a los PEREGRINOS DE ESPERANZA. En tiempos de dificultad e incertidumbre, la presencia viva de Jesús en la Eucaristía se convierte en un ancla que fortalece nuestra fe y nos capacita para ser luz en medio de las tinieblas, como camino de salvación para otros.
La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta otro aspecto de la ESPERANZA que ancla nuestro Año Jubilar. Gamaliel, con su sabiduría, afirma que lo que es de Dios no puede ser destruido. Este es un recordatorio del carácter eterno del Reino de Dios. Los apóstoles, a pesar de ser azotados y humillados, encuentran alegría en su sufrimiento porque participan del plan salvífico de Cristo. Esto nos enseña que, aunque enfrentemos adversidades (independientemente del tipo de dificultad), nuestra esperanza en los cielos y tierra nuevos nos da fortaleza para perseverar en nuestra misión, confiando en que los frutos de nuestras acciones en Cristo son eternos.
Por último, el Salmo nos invita a habitar en la casa del Señor y a esperar en Él con valentía y confianza. Así como los apóstoles vivieron con la certeza que estaban preparando el camino para la plenitud del Reino, la Pascua del Señor, nosotros también estamos llamados a vivir con esa expectativa, permitiendo que nuestras vidas reflejen el amor y la misericordia de Dios mientras caminamos hacia los cielos nuevos donde Él será todo en todos.
La promesa de Dios no solo es un futuro glorioso, sino una realidad que comienza aquí, en nuestras vidas diarias. ¡Avancemos con confianza hacia esa plenitud!
(Guía Litúrgica)
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Homilía: X Semana Tiempo Ordinario. 14 de junio del 2025
Homilía: Si a Dios y a su voluntad. 14 de junio del 2025
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