P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Ya se ha terminado la Cuaresma, iniciamos ahora la Pascua, tiempo en el cual todos los cristianos debemos, por la resurrección de Cristo, pasar de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida y de las tinieblas a la luz, para vivir plenamente como los hijos de Dios. Pues, justamente Jesús ha pasado por nuestra existencia para recuperar el amor primero que habíamos perdido por el pecado. Él ha salido a nuestro encuentro con el propósito de renovar la santidad con nuestro Creador, esa que nos robó el maligno cuando engañó a los primeros habitantes: Adán y Eva.
Ahora bien, como la Pascua es un paso, también lo es nuestra vida misma: desde el vientre de nuestra madre pasamos al nacimiento, luego conocemos la niñez, y esta nos conduce a la adolescencia, la cual nos encaminará a la juventud, dando el paso siguiente hacia la vida adulta y más tarde vendrá la última etapa de nuestra condición humana: la ancianidad, que termina con la muerte. Lo que significa que siempre estamos pasando, trasladándonos, moviéndonos.
Lo dicho anteriormente nos hace reconocer que, la vida no es estática, es dinámica. Cristohamuerto y ha resucitado para hacer posible una vida de fe que vive en constante peregrinación, una existencia que no se queda mirando el pecado ni lamentándose de lo que ya no está. Al contrario, ha resucitado para que podamos entrar en la gracia, para permanecer conectados a los valores celestiales. Con Jesucristo, el horizonte de nuestro caminar ya no es el mismo, ahora nos convertimos en testigos de su amor, en verdaderos discípulos misioneros, que comunican a los demás lo que han experimentado junto al Maestro.
Contemplar al Hijo de Dios que resucita lleno de gloria y vida, es dejarnos iluminar por su inmensa bondad. Es, además, dar el paso de una vida muerta y sinsentido, a llenarnos del Espíritu Santo para comenzar el recorrido de nuestra existencia con la plena confianza de que no estamos solos, que, así como Cristo ha resucitado, igual nosotros resucitaremos con él. En otras palabras, Dios por medio de su hijo Jesús, nos ha devuelto la esperanza de sentirnos amados y perdonados. Con su resurrección, Jesucristo nos ha indicado el camino para llegar a su Padre y obtener de este modo en nuestro interior, una fuerza permanente de contar con la compañía de Dios en todo lo que hacemos en nuestra cotidianidad.
Cristo ha resucitado, en verdad resucitó. No se quedó en la tumba, ni en el olvido. No fue un personaje más de la historia universal ni mucho menos una figura romántica y sentimental de un momento fugaz. Jesucristo fue, es y será el hombre pleno, la verdad revelada de Dios, el Enmanuel: El Dios con nosotros. Y es, sobre todo, quien nos ha sacado de las tinieblas del error para sentirnos verdaderamente hombres y mujeres abrazados por la protección de Dios. En concreto, Jesús es el amigo que nunca falla y el Dios que siempre nos enseñará el atajo para encontrar la luz cuando nos veamos confundidos y extraviados…
P. Luis Alberto De León Alcántara:
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