• Primera lectura: Núm 11,25-29: Tienes demasiado celo por mí.
  • Salmo Responsorial: l18: Preserva a tu siervo de la arrogancia.
  • Segunda lectura: St 5,1-6: Han condenado y asesinado al inocente.
  • Evangelio: Mc 9,38-43.45.47-48: ¡No se lo prohíban!

Color: VERDE

Hermanos y hermanas, muy buenos días (tardes, noches).  Durante este tiempo de crecimiento en el conocimiento, el amor y el servicio a Dios y a nuestros hermanos, se nos invita a examinar las motivaciones que influencian nuestras vidas.  La salvación viene de Dios, no de nosotros.  El Espíritu del Dios vivo no se puede limitar a esfuerzos humanos.  Él trabaja dónde y cuándo quiere.  Es tarea nuestra discernir, a través de la oración, qué quiere Él de nosotros.  Nos ponemos de pie para recibir a los ministros de esta Misa.

La primera lectura narra la instalación de los setenta ancianos, los ayudantes de Moisés.  Ellos recibieron el Espíritu de Dios y profetizaron.  Otros dos que no eran parte del grupo recibieron también el mismo don del Espíritu.  Pongan atención a la generosa actitud de Moisés que deseaba ver distribuido el don del Espíritu en todos.  Escuchemos.

Uno de los más fuertes y duros pasajes de toda la Biblia contra los ricos de este mundo lo encontramos en esta carta del Apóstol Santiago.   El está contra el abuso del poder y de la riqueza. Las riquezas, si se guardan o se acumulan por propósitos egoístas corrompen la vida del Espíritu.  Presten mucha atención a este mensaje de Dios para nosotros

Hemos visto en las lecturas anteriores que el Espíritu de Dios trabaja donde quiera.  Jesús decía a sus discípulos que hay otras maneras de estar a su favor y deben ser respetadas.  El que no está contra Jesús está a su favor.  También Cristo invitaba a evitar el escándalo: el ajeno y el propio. “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta!”.  Puestos de pie entonemos el Aleluya.

El que preside: La sagrada escritura nos dice que quieres socorren a los demás, en nombre de Jesucristo no quedarán sin Su recompensa. presentemos confiados nuestras súplicas al Padre, diciendo: “Señor, danos el cielo como recompensa”

1.- Por la Iglesia universal y sus ministros, para que sean fermento vivo de la unidad y sepa reconocer todos los que trabajan por el Reino de Dios teniendo en cuenta que quien no está contra ellos está a su favor.  Roguemos al Señor.

2.- Por los responsables de impartir justicia en las naciones, para que, con diligencia y honradez, apliquen las leyes establecidas privilegiando la defensa de los más débiles e indefensos.  Roguemos al Señor.

3.- Por quienes sufren desplazamiento o destierro y se encuentran alejados de su familia, para que el Señor los proteja, los fortalezca en la fe y permita un pronto regreso al seno de sus hogares.  Roguemos al Señor.

4.- Por nuestra comunidad parroquial, para que sea generosa con los ministros y servidores del Señor, pues según sus palabras: “El que les dé a beber un vaso de agua porque son de Cristo, no se quedará sin recompensa”.  Roguemos al Señor.

El que preside:  Escucha, Padre, la voz de tus fieles, atiende sus necesidades, y acoge en tu misericordia las oraciones que quedan guardadas en lo profundo del corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.  Amén.

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

 (San Alfonso María de Ligorio).

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