Moniciones: XV Domingo.  Tiempo Ordinario. Ciclo B

Color: VERDE O BLANCO

  • Primera Lectura. Is 6, 1-8: “«¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, ¡la tierra está llena de su gloria!”.
  • Salmo Responsorial. 92, 1ab.1c-2.5: “El Señor reina, vestido de majestad”.
  • Evangelio. Mt 10, 24-33: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”.

Amados hermanos en Cristo que es nuestra esperanza, muy buenos días, tardes o noches.

En el Evangelio, Jesús nos advierte que el discípulo no está por encima del maestro, pero nos asegura que no debemos temer a aquellos que amenazan el cuerpo, pero no pueden tocar el alma. Nos llama a proclamar su mensaje sin miedo, recordándonos que Dios cuida de nosotros con un amor tan detallado que cuenta cada cabello de nuestra cabeza. De estas lecturas, emergen varios consejos para nuestra vida cotidiana:

Encuentro personal con Dios. Confianza en la protección divina. Valentía para proclamar la fe y Humildad y servicio.

Yo, hombre de labios impuros, he visto con mis ojos al rey y Señor de los ejércitos.

Al anunciar la palabra de Jesús seamos audaces al compartir nuestra fe, sabiendo que Dios nos acompaña en cada paso.

Presidente: Confiando en la intercesión de los santos, supliquemos con fe al Señor diciendo: “Concédenos, oh Dios, la vida eterna”.

1.- Por la santa Iglesia: que siempre esté vivo el deseo de seguir al Señor en las decisiones concretas de la vida cotidiana. Roguemos al Señor.

2.- Por las órdenes monásticas: que el señor las conserve en su fidelidad, concediéndoles la gracia de vivir con integridad su vocación. Roguemos al Señor.

3.- Por la sociedad secularizada y decepcionada: que Dios pueda despertar la sed de sabiduría que tiene su fundamento en el temor de Dios. Roguemos al Señor.

4.- Por las jóvenes generaciones: que conozcan la importancia de la prudencia en las decisiones cotidianas, con el fin que encuentren el pleno conocimiento de Dios. Roguemos al Señor.

Presidente: Acoge, Señor, las oraciones que dirigimos en humildad de espíritu.  Tú que vives y amas por los siglos de los siglos. Amén.

Gregoria Mejía Hilario/greymhilario@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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