Moniciones: Solemnidad: Santísima Trinidad. Ciclo B

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  • Primera Lectura. Stgo 5, 13-20: “Mucho puede hacer la oración del justo”.
  • Salmo Responsorial. 140, 1-2.3 y 8: “Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor”.
  • Evangelio. Mc 10, 13-16: “Dejen que los niños se acerquen a mí: no se lo impidan; de los que son como ellos es el Reino de Dios”.

En la actitud de los discípulos que Jesús reprendió, tenemos también una clara advertencia para todos nosotros. Porque es fácil caer en la tentación de pensar que en la «obra cristiana» debemos dirigir nuestra atención hacia las «personas importantes» de este mundo, que son las que realmente nos pueden ayudar. Pero esto es una terrible equivocación. En ninguna otra parte hay más futuro que en un niño, primeramente, porque tienen toda la vida por delante, y también porque son fácilmente moldeables, a diferencia de las personas adultas en las que se han arraigado muchos malos hábitos que sólo con muchas dificultades lograrán dejar.

En esta primera lectura, afianzaremos los maravillosos frutos que pueden brotar de la oración.

Somos llamados a no hacer diferencias de personas dentro de la Iglesia cristiana, porque para Dios no hay ninguna persona más importante que otra, puesto que Él ha pagado el mismo precio para salvarnos a todos.

El que preside: La vida de toda criatura transformada, por la gracia, es un don para la Iglesia entera, con esta certeza digamos: “Ayúdanos a caminar en tu verdad, Señor”.

1.- Por los ministros de la Iglesia que han consagrado su vida al Señor, y por los pueblos que adoran al Dios verdadero, roguemos a Cristo el Señor.

2.- Para que todos podamos gozar de una naturaleza limpia en la bella sucesión de las estaciones, roguemos a Dios, que con sabiduría gobierna al mundo, roguemos a Cristo el Señor.

3.- Por los que son víctimas de la debilidad humana, del espíritu de odio o de envidia, roguemos al Redentor misericordioso, roguemos a Cristo el Señor.

4.- Encomendémonos mutuamente al Señor, y oremos con confianza al autor y guardián de todo lo que tenemos y poseemos, roguemos a Cristo el Señor.

El que preside: Señor Jesús, acoge la oración de tu pueblo reunido por la Palabra; alimentándolo en la mesa de tu Cuerpo y de tu Sangre, haz que esta Palabra tuya sea carne en su vida.  Tú eres Dios y vives y amas por los siglos de los siglos.  Amén.

Lervidiana Castro Hernández/lervidianacastrohernandez1976@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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