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  • Primera Lectura. I Re 11, 4-13: “El Señor se encolerizó contra Salomón, porque había desviado su corazón del Señor Dios de Israel”.
  • Salmo Responsorial: 105, 3-4.35-36.37 y 40: “Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo”.
  • Evangelio. Mc 7, 24-30: “Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”.

Amados hermanos saludos en Jesucristo, nuestro Señor.

La vida cristiana vivida desde la oración y la comunión ensancha el horizonte de nuestra mirada, y nos hace sentirnos misioneros de la humanidad, y no de un grupo determinado. El cristianismo se vive en apertura de catolicidad, Dios no se puede colonizar ni ideologizar, Jesús trae un mensaje de liberación para todos. Para comprender esto hay que tener el corazón en Dios.

En la primera lectura se nos presenta el drama de Salomón que desvía su corazón.

La súplica de la mujer siro-fenicia es la invitación a Jesús y a su comunidad discipular a ampliar y ensanchar los horizontes, a no reducir la experiencia de Dios a mi círculo cerrado de amigos y conocidos.

El que preside: Con la certeza que Dios escucha la oración insistente y humilde de quien reconoce su propia pobreza y la grandeza del Señor, digamos: “Acuérdate de tu pueblo, Padre”.

Por la Iglesia, para que en ella cada hombre pueda sentirse acogido en el abrazo del Padre que cuida a cada uno de sus hijos, los alimenta y los escucha a todos. Roguemos al Señor.

Por las mujeres, para que dando vida de todos los modos posibles conservándola y defendiéndola, puedan descubrir su felicidad. Roguemos al Señor.

Por todos los niños que sufren física o mentalmente.  Que sean sostenidos por el amor de sus padres y puedan recibir tratamientos adecuados a sus necesidades. Roguemos al Señor.

Por todos nosotros, para que aprendamos a pedirle al Señor que venga y me ayuda de nuestra pobreza, para que nuestros límites puedan convertirse en lugar de manifestación de su poder. Roguemos al Señor.

El que preside: Te damos gracias, Padre, por tu inmenso amor, y te suplicamos que acojas nuestras oraciones y todo lo que nuestra pobreza no sabe manifestar. Por Jesucristo, nuestro Señor.  Amén.

Lervidiana Castro Hernández/lervidianacastrohernandez1976@gmail.com

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”

(San Alfonso María de Ligorio).

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