Jornada Mundial para la Vida Consagrada
V Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo B
Viernes, 2 de febrero del 2024
Fiesta. Color: BLANCO. 4ta Semana. Tiempo Ordinario. Año II
- Primera Lectura. Ml 3, 1-4: “Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén”.
- Salmo Responsorial: 23, 7.8.9.10: “El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria”.
- Segunda Lectura. Hb 2, 14-18: “Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella”.
- Evangelio. Lc 2, 22-40: “El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba”.
“Jesús es presentado como “luz para iluminar” y para liberar de toda esclavitud”
Entrada:
Muy buenas (noches, días, tardes). La fiesta que hoy celebramos es conocida con diversos nombres: La presentación del Señor, la purificación de María, la fiesta de la luz, la fiesta de las Candelas o Candelaria, es decir, fiesta de la luz.
María y José acuden con el Niño al templo de Jerusalén para cumplir la doble disposición de la ley mosaica: presentación del primogénito varón al Señor para su rescate y purificación de la madre a los cuarenta días del parto. Cantando, recibimos a quién presidirá esta Eucaristía.
Primera lectura: Mal 3, 1-4 (El mensajero del Señor entrará en su santuario)
En la primera parte de la alocución de Simeón, es decir, en la proclamación mesiánica de Jesús, escuchamos un eco, mejor dicho, vemos la realización del anuncio del profeta Malaquías: venida del Señor al santuario. El libro de Malaquías está centrado en la figura del Mensajero, se orienta a crear una nueva actitud religiosa que, a su vez, renueve el culto del templo, que estaba en franca decadencia. Escuchemos.
Segunda lectura: Heb 2, 14-18 (Tenía que parecerse a todos sus hermanos)
Jesús participó de nuestra humanidad y con su muerte nos liberó del poder de Satanás que nos tenía esclavizados. Jesús es el Sumo Sacerdote compasivo y fidedigno en lo que toca a Dios. Pongan atención.
Tercera lectura: Lc 2, 22-40 (Mis ojos han visto a tu Salvador)
En el texto evangélico para hoy y en boca del anciano Simeón hay una proclamación solemne, casi oficial, de Jesús en el mismo templo de Jerusalén, como el Mesías esperado. Dichoso este anciano a quien el paso de los años no le apagó sus pupilas, sino que le dio una visión más aguda y penetrante para ver en aquella oblación, que parecía tan rutinaria como una de tantas, a una pareja distinta y a un niño sin paralelo: el Mesías de Dios. Entonemos el Aleluya.
Oración Universal:
El que preside: Celebramos hoy la Jornada para la Vida Consagrada: demos gracias a Dios por este don a la Iglesia y a la humanidad. Que el Señor ilumine nuestra vida, para que, llenos de alegría, podamos dar testimonio de Él. Repitan conmigo: “Señor, concédenos tu luz”.
Por la Iglesia, para que, como la profetiza Ana, en la humilde y confiada oración encuentre la fuerza para alabar al Señor. Roguemos al Señor.
Por el Papa Francisco, para que, guiado por la fuerza del Espíritu, pueda vivir en plena libertad su misión profética del anuncio del Evangelio en todas las naciones. Roguemos al Señor.
Por los jóvenes que Dios llama al don de sí en la consagración, para que experimenten la belleza y la alegría de compartir la misma vida de Jesús en la castidad, en la pobreza y la obediencia. Roguemos al Señor.
Por todas las personas consagradas, llamadas a ser signo y profecía de la presencia del Señor en la historia, para que, como Simeón y Ana, sean fieles a la vocación recibida de reconocer y anunciar a Jesús, luz que ilumina a la humanidad. Roguemos al Señor.
Por todos nosotros, para que tengamos los ojos atentos para reconocer al Señor en los hermanos, y manos dispuestas a dar testimonio de Él y a servirlo en todos los ámbitos de nuestra vida. Roguemos al Señor.
El que preside: Padre, mira con benevolencia a tu pueblo que hoy festeja la Presentación de Jesús en el Templo y guíalo por la vía del bien. Por Jesucristo, nuestro Señor. Roguemos al Señor.
Gregoria Mejía Hilario/greymhilario@gmail.com
COMUNIÓN ESPIRITUAL
“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”
(San Alfonso María de Ligorio).
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