1 de diciembre de 2024. Color: MORADO
- Primera lectura: Jr 33,14-16: El Señor, nuestra defensa.
- Salmo Responsorial: 24,4-5.8-10.14: Señor, enséñame tus caminos,
- Segunda lectura: 1Tes 3,12-4,2: El Señor los haga rebosar de amor.
- Evangelio: Lc 21,25-28.34-36: Levántense, se acerca su liberación.
“Preparación y espera”
Buenas noches, (días, tardes) hermanos en Cristo. Comenzamos un nuevo año litúrgico, y es san Lucas quien con su evangelio nos va a servir de guía en nuestro intento de llegar a Jesús. Nuestro mundo actual está hecho de violentos contrastes. Los maravillosos progresos de la tecnología no van al paso con lo que parece ser un estancamiento o retroceso de la cultura y la moral. Este mundo podría ser mejor, pero sólo Dios le dará la perfección total al fin de los tiempos, porque ni la vida personal ni la manera de ver el mundo tiene sentido si no damos cabida a Dios entre nosotros. Cristo vino una vez como salvador y creemos que vendrá otra vez como juez. Hasta entonces nos toca responder a las exigencias y retos de la historia. El Señor nos manda a vigilar en la oración para recibirle cuando venga. Vigilancia es reflexión y oración, es fuerza. Pidamos unos por los otros en esta Eucaristía, para poder prepararnos para acoger al Señor en la intimidad del amor. De pie por favor para recibir la procesión con esperanza y alegría con el cántico de entrada.
Primera lectura: Jr, 33:14-16 (Suscitaré a David un vástago legítimo)
Los reyes históricos decepcionaron las esperanzas que en ellos había puesto el pueblo. Pasaron sin establecer el reino de justicia y de paz anhelado por todos. El Mesías esperado descendiente de David, vendrá y revelará a Dios, que verdaderamente es nuestra justicia. Escuchemos.
Segunda lectura: 1 Tes.3, 12-4.2 (El Señor los fortalezca para cuando vuelva Jesús)
La esperanza cristiana se abraza con el amor en su dimensión universal, llegando más allá de toda frontera, de toda discriminación y de todo condicionamiento. Presten atención.
Tercera lectura: Lc. 21. 25-28.34-36 (Se acerca su liberación)
La esperanza cristiana sobresale por encima de todas las tragedias humanas. Los cristianos debemos aprender a interpretar los momentos más difíciles de nuestra historia como pasos que nos llevan a la liberación. Tras ésta interpretación optimista, debemos buscar afanosamente la manera concreta de hacerla realidad. De Pie por favor.
El que preside: En la espera del Redentor, dirijamos nuestras súplicas al Padre que está en el cielo, para que salga al encuentro de nuestras privaciones y las necesidades de todos los hombres. Respondamos: “Visita a tu pueblo, Señor”.
1.- Por la Iglesia; para que, en medio de la injusticia de este mundo, sepa anunciar al que viene: el “Señor-nuestra-justicia”, Roguemos al Señor.
2.- Por los gobernantes; para que, procurando el bien común, defiendan los derechos de todos y principalmente de los más débiles, Roguemos al Señor.
3.- Por los que están angustiados, en trance de desesperación; para que encuentren junto a ellos una mano amiga, que los levante, y sientan cercana la liberación, Roguemos al Señor.
4.- Por todos los difuntos, especialmente los de nuestra parroquia; para que pronto lleguen a la presencia de Dios vivo, Roguemos al Señor.
5.- Por los jóvenes de nuestras comunidades y parroquia; para que sepan responder con generosidad a la llamada de Dios a seguirle en el matrimonio y en la vida religiosa y sacerdotal, Roguemos al Señor.
6.- Por nosotros y por todos los que comparten nuestra esperanza; para que, amándonos unos a otros, procedamos siempre agradando a Dios y, cuando venga el Señor Jesús, podamos presentarnos santos e irreprensibles ante Él, Roguemos al Señor.
El que preside: Acoge, Padre misericordioso, las súplicas de tu pueblo, que espera anhelante la venida de tu Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.
(San Alfonso María de Ligorio).
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