• Primera lectura: Sab 2, 12.17-20: Condenémoslo a una muerte ignominiosa.
  • Salmo Responsorial: 53(54): El Señor sostiene mi vida.
  • Segunda lectura: St 3,16–4,3: Trabajar por la justicia y la paz.
  • Evangelio: Mc 9,30-37: Quien quiera ser el primero que se haga el último.

Color: VERDE

 Lectura del Libro de la Sabiduría

Se dijeron los impíos: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida.

 Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él”.

Palabra de Dios

R/. El Señor sostiene mi vida.

Oh, Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh, Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras. R/.

Porque unos insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me persiguen a muerte, sin tener presente a Dios. R/.

Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio voluntario, dando gracias a tu nombre, que es bueno. R/.

Lectura de la Carta del Apóstol Santiago

Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

¿De dónde proceden las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es acaso de los deseos de placer que combaten en su cuerpo? Codician lo que no pueden tener; y acaban asesinando. Ambicionan algo y no pueden alcanzarlo; así que luchan y pelean. No tienen, porque no lo piden. Piden y no reciben, porque piden mal, para derrocharlo en placeres.

Palabra de Dios

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.

Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.” Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?”

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

Palabra del Señor

“Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que vuelva jamás a abandonarte”.

(San Alfonso María de Ligorio).

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