Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla (Párroco de la Parroquia Jesús Maestro)

El Plan de Pastoral continúa su itinerario de evangelización, esta vez con lema: La honestidad en la justicia. Enfocaremos nuestro tema en tres niveles, desde la sociedad, la familia y desde el mismo órgano judicial, uno de los tres poderes del Estado.

¿Qué es honestidad?, desde la dimensión de la Biblia, podemos definirla como la virtud humana que tiene que ver con el honor y se caracteriza por la decencia, la delicadeza y la compostura en los comportamientos, en las palabras y en las actitudes. Es sinónima de delicadeza, respeto, decoro, recato, pudor. Vale más lo poco ganado con honradez, que lo mucho ganado de forma injusta (Proverbios 18,8).

La honestidad vista como un valor, significa hablar y actuar con sinceridad, es no mentir, no engañar, no robar, no hacer trampas. Implica, además, mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo.

¿Qué es la justicia?, la justicia de la Doctrina Social de la Iglesia, es el fundamento del respeto de la dignidad y de los derechos humanos de todas las personas y de los derechos de los pueblos.

Subyace en el fondo el respeto a la dignidad de la persona, es decir, que, si a una persona determinada derechos son violados, tendrá todo el derecho exigir que haga justicia.

Veamos la honestidad en la justicia desde el punto de vista social, el valor de la honestidad y de la justicia va a depender de las políticas del Estado, consciente de su rol como ente que regula la vida social de los ciudadanos. Desde el Estado se impulsan leyes motivadas, que la sociedad está en el deber de asumir. Cuando engranaje social pone en práctica el valor de la justicia, se va a reflejar en la honestidad de las gentes y viceversa. Son los valores inculcados que combaten una sociedad corrupta.

Desde el punto de vista de la familia, los valores de la honestidad y de la justicia dependerá directamente de los padres. No pueden los progenitores ignorar que hoy vivimos una inmersión de los valores, entonces hay que nadar contra corriente. Para nadie es un secreto el deterioro de la familia. La cantidad de divorcios es alarmante, esto trae como consecuencia la desintegración de la familia, individuos con traumas psicológicos, algunos incapacitados para formar una familia, otros tristemente son delincuentes, sicarios, corruptos. El Estado siempre tiene que invertir en la familia y en la gente. Finalmente, está el poder judicial, que está llamado a impartir justicia, a tiempo no tardía. El juez está en el deber de no dar el brazo a torcer cuando se trata de hacer justicia. Un juez debe ser justo y honesto. No puede ignorar ninguna de las leyes. Hagamos el esfuerzo de ser honestos en la justicia, y como consecuencia reinara la paz en la sociedad.

Seamos honestos y practiquemos la justicia

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