Domingo, 19 de noviembre del 2023. I Semana del Salterio
- Primera lectura: Pr 31,10-13.19-20.30-31: La mujer ejemplar, ¿dónde encontrarla?
- Salmo Responsorial: 127,1-5: Comerás del fruto de tu trabajo.
- Segunda lectura: 1Tes 5,1-6: Ustedes son hijos de la luz.
- Evangelio: Mt 25,14-30: Servidor bueno y fiel. Siéntate a la mesa con tu Señor.
Color: VERDE
“EL TALENTO A PRUEBA»
Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Continuamos en este proceso serio y exigente de profundizar y reflexionar en torno a la palabra de Dios, en este caso sobre el Evangelio que la Iglesia nos propone en este Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, sigue siendo una oportunidad de crecimiento y de fortalecimiento en la fe seguir llevando a cabo esta práctica.
Encontramos que, en aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.”
Me llama poderosamente la atención en el Evangelio cuando dice que el señor le dio a cada uno según su capacidad, esto quiere decir que él sabía bien en manos de quienes puso sus bienes. “El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco.” Este que recibió cinco es semejante a la mujer hacendosa de la primera lectura que su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. “El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.”
El que sabe de negocio en la vida todo lo que cae en sus manos lo pone a producir, es el caso de este que recibió dos talentos y como su nombre lo indica aquí se pone a prueba el talento de cada uno. “En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.”
El que enterró el talento, enterró también con él sus sueños y la oportunidad de progresar en la vida.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”
“Este último, encarna la ingratitud a su máxima expresión, debió valorar que lo tomaron en cuenta y le confiaron un talento en atención a su capacidad, pero el mismo se descalifica, por su actitud y pone al descubierto su incapacidad. El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses.”
Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. “Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.” También este último que recibió un talento fue muy negligente hasta el extremo y no se preocupó por encontrar la manera de ponerlo a producir, se enfocó en el mínimo sacrificio que fue enterrar el talento, el esfuerzo de enterrarlo fue más poderoso que el deseo de ponerlo a producir. “A ese empleado inútil échenlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”
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