Miércoles, 8 de noviembre del 2023

Color: VERDE

  • Primera Lectura. Rom 13, 8-10: “El que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley”.
  • Salmo Responsorial. 111, 1-2.4.5.9: “Dichoso el que se apiada y presta”.
  • Evangelio. Lc 14, 25-33: “El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”.

“Sígueme”

El Evangelio de hoy suena duro al oído y al corazón. Es un texto riguroso dirigido a todas las personas que queremos seguir a Jesús. Según la narración, mucha gente lo seguían porque iban tras los milagros del maestro, tras las grandes hazañas, y de seguro que no serían los mismos que lo seguirían hasta el calvario.

Hoy suele pasar de alguna forma lo mismo, por lo que quizás Jesús quiere volver a recordarnos que seguirle va más allá de estar en su presencia, sino que también, para seguirlo, es preciso tomar nuestra cruz, la de cada día… la de nuestros problemas cotidianos, nuestras desgracias y enfermedades; las dificultades de nuestra familia, nuestras deficiencias y debilidades.

El seguimiento es radical. Jesús empieza diciendo que para ser discípulo suyo hay que decidirse a amarlo sobre todas las cosas. Definitivamente seguir a Jesús implica romper con todos esos apegos y ataduras, invitándonos a todos, sin excepción, a que nos dejemos cuidar por Él; a que nos abandonemos a Él; a que toda nuestra confianza esté puesta en Él.

En la medida en que nuestra confianza esté puesta sólo en Él, en esa misma medida salimos de nuestro egocentrismo y comodidad y entonces nos entregamos a servir a los demás. ¡Eso es tomar la cruz!

Tomar la cruz es también permanecer junto a Él cuando las circunstancias nos sean adversas; o cuando por estar sirviéndole, tenemos que dejar compromisos familiares y hasta sociales que muchas veces están como prioritarios en nuestras vidas. Muchos, en ocasiones, se entusiasman por Jesús y lo siguen para dedicarse a la obra del Evangelio, pero luego de un tiempo vuelven atrás porque es demasiado sacrificado y no están dispuestos a tal sacrificio.

Jesús necesita discípulos que se comprometan. El hacerse discípulo de Cristo es cosa seria; por eso, si no estamos seguros de dar nuestro 100% en una labor apostólica mejor no aceptarla, pues la entrega a Cristo debe ser total y sin reservas. Para dejar todo y seguir a Jesús, es necesario primero haber tenido un encuentro personal con Él.

Cuando el Maestro nos mira, nos tiende la mano y nos dice: ¡sígueme! Ya luego no mirar atrás para ver si lo seguimos o no.

Seguirlo es decirle “sí”. Y ese sí, es un sí total y verdadero. Cuando le decimos sí, al Señor debemos serle fiel; para ello, tenemos que conocer de los medios que disponemos y hasta dónde podemos llegar con nuestras fuerzas. El mismo Jesús nos dio ejemplo de cómo se debe vivir, entregándose cada momento a los otros, viviendo para ellos, muriendo por ellos. Si alguien se guarda todo lo que Dios le ha dado, está viviendo como él quiere y no como Dios quiere.

Debemos reflexionar y preguntarnos hoy: ¿Estoy feliz por haberme encontrado con Cristo? ¿He dejado algo por él? ¿Estoy dispuesto a seguirle, sabiendo quien soy y quien es Él? ¿Cargo cada día con mi cruz?

Este cuestionamiento puede que nos sea duro, pero útil para poder ser un buen cristiano. ¡Honesto por sobre todas las cosas!

(Guía Litúrgica)

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