Domingo, 27 de agosto del. I Semana del Salterio

  • Primera lectura: Is 22, 19-23: “Voy a retirarte de tu puesto…”.
  • Salmo Responsorial: 137, 1-3.6.8bc: “Cuando te invoqué me escuchaste.
  • Segunda lectura: Rom 11, 33-36: “Abismo de generosidad, de sabiduría y de providencia…”.
  • Evangelio: Mt 16, 13-20: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Color: VERDE

“Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra”

Los textos de hoy en la liturgia nos hablan de fidelidad, misericordia y sinceridad en el seguimiento. Isaías habla de quien recibe autoridad de Dios para gobernar, este debe responder con su servicio a las necesidades de sus hermanos y su pueblo, no debe pensar en enriquecerse indebidamente, pues el Señor le retirará las llaves de la autoridad.

La para este domingo nos dirige a los cristianos, pero al mismo tiempo a todos hombres, la doble pregunta que Jesús planteó un día a sus discípulos. Primero les interrogó diciendo: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Y después prosigue: «¿Y ustedes quién dicen que soy yo?». En nombre de todos, con impulso y decisión, fue Pedro quien tomó la palabra y respondió a esa pregunta: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo«. Solemne profesión de fe, que desde entonces la Iglesia sigue repitiendo.

Ante esta confesión, debemos agradecer al Señor el don de la fe y sentirnos felices por creer. ¿Siento la dicha de ser creyente, cristiano, católico? ¿O vivo mi fe como un peso, una rutina, una mera costumbre? ¿Me preocupo por cultivar mi fe y hacerla crecer, de formarme bien? Lo mismo que la gente se equivocaba al decir quién era Jesús, también en nuestra mente hay errores, opiniones o ideas equivocadas sobre Jesús. ¿Procuro irlas desechando o aclarando? Y la alegría de creer ¿Esto me lleva a dar testimonio ante los demás, a manifestarme como creyente? ¿O en cambio siento vergüenza de Cristo?

También hoy Cristo se dirige a nosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo”. Tenemos que responder con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón sincero. Digamos: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo confío en ti y pongo mi vida entera en tus manos benditas. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.

Oración: Señor, tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Que confesemos tu nombre con nuestro testimonio para que, reconociendo tu presencia, alcancemos tus dones y seamos promotores de tu redención gloriosa. Amén.

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