Memoria Obligatoria: San Carlos Luanga y Compañeros Mártires
Martes, 3 de junio del 2025
Color: ROJO
- Primera Lectura. Hch 20,17-27: “ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios”.
- Salmo Responsorial: 67,10-11.20-21: “Reyes de la tierra, canten a Dios”.
- Evangelio. Jn 17,1-11a: “Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra”.
“Vivir en el mundo sin pertenecer al mundo”
Contempla hoy la figura de Pablo, apóstol apasionado que se ha dejado seducir y encadenar por el Espíritu. Su vida es un testimonio vibrante de entrega total: “Me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu”. Pablo no actúa por impulso propio ni por intereses personales; su corazón late al ritmo del Espíritu Santo, y es este mismo Espíritu quien lo conduce, incluso hacia el misterio de lo desconocido, hacia el dolor y la incertidumbre. Pablo sabe que le esperan “cadenas y tribulaciones”, pero lejos de amedrentarse, su esperanza se fortalece. No teme perder la vida, porque su verdadera meta es “completar la carrera y consumar el ministerio” que recibió de Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia.
El contexto de este discurso es profundamente humano y conmovedor. Pablo se despide de los presbíteros de Éfeso, sabiendo que probablemente no volverán a verse. No hay reproches ni lamentos, sino la paz de quien ha dado todo y la confianza de quien sabe que Dios es fiel. Pablo se reconoce limpio, no porque haya sido perfecto, sino porque no ha callado nada del plan de Dios. Su vida es una ofrenda, un acto de amor que se sostiene en la esperanza, esa esperanza que no defrauda porque está cimentada en la fidelidad de Dios.
Hoy nos hacemos un eco de esta confianza: “Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación”. Reconozcamos la providencia de Dios, que no abandona a su pueblo, sino que lo sostiene, lo alimenta y lo salva. En medio de la fatiga y la sequía, Dios derrama “una lluvia copiosa” y prepara la tierra para los pobres. Es un canto de esperanza sólida, de certeza en la bondad de Dios, que nunca defrauda a quienes en Él confían.
Para Jesús es la hora de la entrega total, la hora de glorificar al Padre dando la vida. Jesús ora por los suyos, por nosotros, y nos revela el sentido profundo de la vida eterna: “que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo”. Jesús ha cumplido su misión y ahora confía en que sus discípulos, sostenidos por la esperanza, continúen la obra. Nos invita a vivir en el mundo sin pertenecer al mundo, a ser testigos de la esperanza que no defrauda, porque está fundada en el amor de Dios.
Hoy, el valor de la solidez en la esperanza nos llama a mirar la vida con los ojos de Pablo y de Jesús: a no temer las pruebas, a confiar en que Dios lleva nuestras cargas, a vivir con la certeza que, aunque no veamos el final del camino, la esperanza en Dios nunca nos defrauda. Por eso, haz tuya esta frase para vivir hoy:
“Completa tu carrera con esperanza, confiando en que Dios, que comenzó la obra en ti, la llevará a término”.
(Guía Litúrgica)
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