Día de las Madres en La República Dominicana
Domingo, 25 de mayo del 2025
- Primera lectura: Hch 15,1-2.22-29: No les imponemos más cargas.
- Salmo Responsorial: 66: Que canten de alegría las naciones.
- Segunda lectura: Ap 21,10-14. 22-23: No vi Templo alguno.
- Evangelio: Jn 14,23-29: La paz les dejo, mi paz les doy.
Color: BLANCO
“Dios hace comunidad con el hombre”
En el contexto del Año Jubilar, bajo el lema “Peregrinos de esperanza”, las lecturas de hoy iluminan nuestra jornada hacia la Jerusalén celestial, esa ciudad donde la gloria de Dios y la paz de Cristo forman su fundamento eterno. Estos textos nos llaman a vivir con fidelidad, a confiar en el poder transformador del Espíritu Santo y a mantener una esperanza activa que renueva nuestro ser.
En los Hechos de los Apóstoles (15,1-2; 22-29), la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, resuelve tensiones y construye unidad. La carta enviada a Antioquía es un signo de esperanza y comunión; es un recordatorio de que el Espíritu no impone cargas que nos aplasten, sino que nos invita a vivir en libertad y fidelidad a lo esencial. Así, como peregrinos de esperanza, nuestra misión es construir puentes, sanar heridas y anunciar el Evangelio con la alegría de quienes han encontrado a Cristo.
El Salmo 66 nos llena de júbilo al proclamar: “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”. Esta exaltación expresa una esperanza universal, el anhelo de que toda la creación se una en el reconocimiento de la bondad de Dios. Nosotros, como peregrinos, somos portadores de esta luz, siendo testigos de la misericordia y fidelidad eternas del Señor, un mensaje que trasciende fronteras y civilizaciones.
El Libro del Apocalipsis (21,10-14; 22-23) nos presenta la visión de la Jerusalén celestial, la ciudad santa que desciende del cielo, llena de la gloria de Dios, donde el Cordero es su lámpara. Este pasaje nos invita a fijar nuestra mirada en la meta última de nuestra peregrinación: la comunión eterna con Dios, en un lugar sin división ni carencia, pues el Señor es todo en todos. En este Año Jubilar, esta imagen nos llena de esperanza, recordándonos que cada acto de fidelidad en nuestra vida diaria contribuye a la edificación de esa ciudad celestial.
El Evangelio de San Juan (14,23-29) nos enseña que el amor a Cristo se manifiesta en la obediencia a su Palabra. Jesús promete enviar al Espíritu Santo como guía y consolador, asegurándonos que jamás caminamos solos. Su paz, que supera a la del mundo, nos fortalece para enfrentar desafíos con valentía. La invitación de Cristo a no temer es el corazón de la espiritualidad jubilar: vivir con la certeza que el Señor hace morada en nosotros y nos prepara para cielos y tierra nuevos.
Hoy, en el día de las Madres, nuestra reflexión adquiere una dimensión especial. En la figura de María, encontramos el modelo perfecto de este peregrinaje espiritual. En su “Fíat”, María abrió su corazón a la acción del Espíritu Santo, dejando que la gloria de Dios transformara su vida y, con ello, la de todos los que la rodean. Ella representa la entrega, la fortaleza y el amor maternal incondicional, recordando a cada madre la trascendencia de su papel en la construcción de un mundo lleno de fe y esperanza.
De igual manera, José, con su obediencia silenciosa y su cuidado amoroso, nos enseña cómo en lo cotidiano se pueden edificar las piedras vivas de la Jerusalén celestial. En cada hogar, las madres cumplen un rol esencial como guardianas de la esperanza, sembrando amor y fe en la entrega diaria. Su ejemplo inspira a todas aquellas mujeres que, con paciencia y devoción, forjan un camino de luz para sus familias y la comunidad.
En este Año Jubilar, recordemos que nuestra esperanza es activa y transformadora. Vivamos con confianza, guiados por el Espíritu, y con la mirada puesta en Cristo, nuestra paz. ¡Que María y José, junto con todas las madres del mundo, nos acompañen en este camino, llenándonos de alegría, fe y la certeza de que cada acto de amor construye la Jerusalén celestial!
(Guía Mensual)
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Lecturas: X Semana Tiempo Ordinario. 14 de junio del 2025
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Homilía: X Semana Tiempo Ordinario. 14 de junio del 2025
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