Martes, 28 de marzo del 2023
- Primera lectura. Núm 21, 4-9: “Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado”.
- Salmo Responsorial. 101, 2-3.16-18.19-21: “Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti”.
- Evangelio. Jn 8, 21-30: “Ustedes son de aquí abajo, yo soy de allá arriba: ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo”.
Color: MORADO
“Cuando hayan exaltado al Hijo del hombre, entonces sabrán que soy yo”
El Señor ahora nos recuerda lo que sucedió simbólicamente entre los padres: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto”, dice, “así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo el que crea (en él) pueda tener vida eterna» (Jn 3, 14). Porque el Señor le encargó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la levantara sobre un palo en el desierto, y que cualquiera que fuera mordido por una serpiente debía ir al que estaba en el madero elevado. Debe mirar hacia arriba. Así sucedió; el pueblo fue mordido, miró hacia arriba y fue sanado (Nm 21, 6-9).
¿Qué representan las serpientes que muerden? Los pecados derivados de la mortalidad de la carne. ¿Quién es la serpiente elevada? La muerte del Señor en la cruz. Porque, así como la muerte vino de la serpiente (Gn 3), la muerte se representa simbólicamente como una serpiente. La mordedura de la serpiente es mortal, pero la muerte del Señor es vivificante. ¿Qué se supone que significa eso? Se mira a la serpiente para que la serpiente no tenga poder. Así es como se mira la muerte, para que la muerte no tenga ningún poder. ¿Pero la muerte de quién? La muerte de la vida, sí puedes decirlo así: “muerte de la vida”, y solo porque puedes decirlo así, esta declaración es un milagro en sí misma. ¿O no debería decir lo que el Señor ha hecho por mí por pura gracia? ¿No es Cristo vida? Y, sin embargo, Cristo murió en la cruz. En la muerte de Cristo, la muerte murió […] la plenitud de la vida se tragó a la muerte; la muerte fue destruida en el cuerpo de Cristo. Nosotros también confesaremos esto en la resurrección cuando cantaremos – con alegría – «Muerte, ¿dónde está tu victoria? Muerte, ¿dónde está tu aguijón?” (1 Cor 15, 55).
(Guía Litúrgica)
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