• Primera lectura: Is 6,1-2a.3-8: «Llena está toda la tierra de su gloria».
  • Salmo Responsorial: 137: «Me escuchaste, acreciste el valor en mi alma».
  • Segunda lectura: 1 Cor 15,1-11: «Recuerden el evangelio que les prediqué».
  • Evangelio: Lc 5,1-11: «… Pero ya que tú lo dices, voy a echar las redes».

Color: VERDE

Neptalí Díaz Villán

Dios Vs. los reyes: la profecía en Israel nació paralela a la corrupción de los jueces, la acumulación de tierra por parte de los ganaderos y el surgimiento de la monarquía (con el rey Saúl representante de los ganaderos). Los profetas defendían la soberanía única de Dios usurpada por los monarcas, quienes se tomaban la atribución de decir qué era bueno y qué era malo (Gen 3,5), quién debía vivir y quién debía morir. Se adueñaban del pueblo, su tierra, sus hijos y sus hijas (Jue 9,7s / 1Sam 8).

El texto de Isaías que leemos hoy lo ubicamos en el año 740 a.C., fecha en la que murió el rey Ozías. Isaías, por haber sido un hombre cercano a la cohorte, conoció muy bien todo su movimiento y corrupción interna. El lujo excesivo y el gasto desenfrenado de los “hombres nobles”, mientras el pueblo pasaba necesidades.

El texto de hoy es una protesta contra el absolutismo de los monarcas. Todos los monarcas mueren tarde o temprano y, con ellos, su ambición, sus pertenencias y todo el poder que acumularon. El poder de Dios es eterno y siempre a favor de la vida. Al caer el rey Ozías, Isaías resalta de nuevo la gloria de Dios: “Vi al Señor en lo alto, sentado en un trono real. Con el ruedo de su mando cubría el piso del templo. Y lo escoltaban unos serafines que alternaban entre sí esta aclamación: “Santo, santo, santo es el Señor Omnipotente; llena está toda la tierra de su gloria.”

El profeta quiere presentar a Dios como el único Señor, el único digno de obediencia y el tres veces santo. El cántico del santo que entonamos en cada eucaristía es utilizado, también, por el libro del Apocalipsis para afirmar la victoria de Dios sobre los “señores” de este mundo, que se erigen como absolutos, pero que tienen su fin para gloria de Dios y salvación de la humanidad: “Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, es y ha de venir”. (Ap.4,8b). “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios, Todopoderoso. Justicia y verdad guían tus pasos, oh rey de las naciones. ¿Quién no dará honor y gloria a tu Nombre, oh Señor? Tú solo eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, porque tus fallos se han dado a conocer”. (Ap 15,3b-4).

Qué bueno que cada vez que cantemos el Santo, en nuestras eucaristías reconozcamos a Dios como el único Señor, y detestemos a todos los señores que quieran adueñarse de lo que le corresponde a Dios y al pueblo. Que afirmemos el “derecho” de Dios y los derechos humanos, que luchemos contra todo tipo de esclavitud y a favor de la libertad para todos.

Vocación y misión: el concilio Vaticano II afirmó el carácter misionero de toda la Iglesia: “La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios.” (Decreto Ad gentes, 35: AAS 58). Pablo VI lo confirmó en su exhortación apostólica “Evangelii Nuntiandi”:nosotros queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia… una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. (E.N. No 14).

El texto evangélico de hoy es un llamado al discipulado y un envío a la misión dentro de la iglesia. Tanto Lucas en su evangelio, como Pablo en su carta a los Corintios, reconocen la autoridad de Pedro. Lucas presenta a Jesús montado en la barca de Simón Pedro y utilizándolo como medio para llegar a la multitud. Pablo lo llama Cefas que quiere decir cabeza. Según Pablo, Pedro es la cabeza de la Iglesia porque fue el primero en vivir el acontecimiento pascual, o sea, la experiencia de la resurrección de Jesús.

La iglesia primitiva palestinense, simbolizada en la barca de Pedro, tenía miedo a salir de su tierra. Lucas quiere animar a su comunidad a arriesgarse y salir para anunciar el evangelio; a remar mar adentro, como dice el texto. Una barca está más segura en el puerto; pero las barcas no se hicieron para los puertos sino para cruzar los mares y llegar a otras orillas, cargadas de buenas nuevas, aun arriesgando su propia seguridad.

Pedro conducía la barca, pero la invitación fue para todos: Echen (en plural) las redes para pescar. Toda la Iglesia debía arriesgarse a la actividad misionera para que muchos seres humanos conocieran el Evangelio y descubrieran en ellos la salvación de Dios.

Pedro, y con él los líderes de la Iglesia palestinense, dudaban mucho y temían salir a otros sitios. Posiblemente, ya lo habían intentado sin tener éxito. En estos casos el pesimismo invade los ánimos de los evangelizadores: “jefe epistata hemos bregado toda la noche y no hemos pescado, pero por tu palabra echaré las redes”. Si creemos en la Palabra de Jesús y nos arriesgamos, como lo hizo Pedro, no obstante las dificultades, seremos testigos de cosas maravillosas.

Es bueno resaltar que junto a la barca de Pedro había otra barca. No era la única. Como Iglesia necesitamos unirnos, pero también podríamos hacerlo con las otras barcas que, igualmente, siguen a Jesús y se comprometen con el trabajo evangelizador. Es necesaria la unidad, pero el unanimismo es muy peligroso. Con las otras barcas, es decir, con las otras Iglesias que buscan y siguen a Jesús con sincero corazón, además del mínimo respeto por la diferencia, podríamos buscar la unidad para convertirnos todos en verdaderos pescadores de hombres, comprometidos con la causa humana. Muchas veces las Iglesias cristianas se han preocupado más por defender instituciones, culturas, gobiernos y demás intereses personales. Es tarea de todos los cristianos trabajar por las causas más humanas y universales que beneficien a todos, como lo hizo Jesús.

Los nuevos caminos, los mundos desconocidos, los compromisos arriesgados, muchas veces nos hacen dar miedo. Vale la pena que hoy escuchemos la misma invitación de Jesús a Pedro y sigamos sus pasos: “‘No tengas miedo. De ahora en adelante pescarás hombres.’ Ellos sacaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron a Jesús.”

Oración

Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, es y ha de venir… Te reconocemos, Padre Dios, como nuestro único Señor. Todos aquellos que se quieran imponerse como absolutos de nuestra vida lo apartamos en tu nombre, porque sólo Tú nos das la verdadera libertad.

Santo, santo, santo es el Señor Omnipotente; llena está toda la tierra de su gloria…te alabamos, te bendecimos, te damos gracias. Sólo para Ti el honor, la gloria, la alabanza, la gratitud y la obediencia… sólo para Ti nuestra completa obediencia y disponibilidad, todo lo que somos y tenemos en comunión contigo para continuar tu obra salvadora.

Señor Jesús, reconocemos que a nosotros también nos da miedo despegarnos de la orilla, de nuestras seguridades, de nuestros intereses particulares. Reconocemos que también nos da miedo arriesgar y perder… pero hoy te manifestamos nuestra total decisión para escuchar tu voz y seguirte. Queremos arriesgarnos y lanzarnos al agua, remar mar adentro y convertirnos en servidores, en constructores de una nueva humanidad, en pescadores de hombres.

Cuenta con nosotros Jesús, cuenta con nosotros. Sabemos que hay muchas necesidades en nuestro mundo. Cuenta con nosotros y danos la fuerza de tu Espíritu para vencer todos los obstáculos. Para ser personas nuevas, renovadas en tu amor, totalmente libres para Ti y para el Reino. Que nuestras familias y comunidades, se vean colmadas de tu bendición, de la vida abundante que procede de Ti. Que seamos canales de bendición para todos y que experimentemos la grandeza de aquel que tiene la plenitud de la santidad y la comunica con amor a toda la humanidad. Amén.

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