Sábado, 22 de marzo de marzo del 2025
Color: MORADO. II Semana del Salterio
- Primera Lectura. Miq 7,14-15.18-20: “Pastorea a tu pueblo, Señor, con tu cayado, al rebaño de tu heredad, que anda solo en la espesura”.
- Salmo Responsorial: 102,1-2.3-4.9-10.11-1: “El Señor es compasivo y misericordioso”.
- Evangelio. Lc 15,1-3.11-32: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
“Parábola del Padre de la MISERICORDIA”
Queridos hermanos y hermanas: las lecturas de hoy nos presentan un mensaje profundo y consolador: el valor de la misericordia de Dios, una misericordia que no sólo nos perdona, sino que nos da la “feliz esperanza de arrepentirnos”.
En la primera lectura, el profeta Miqueas nos muestra a un Dios que no guarda rencor ni se complace en la cólera. Más bien, es un Dios que se deleita en la misericordia. Esta imagen es un llamado a nuestra conversión. Dios no nos busca para juzgarnos, sino para atraernos nuevamente a su amor. Su misericordia no tiene límites; Él se inclina hacia nosotros, no para señalarnos nuestras culpas, sino para levantarnos y restaurarnos.
El Salmo 102 confirma esta verdad, proclamando: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia”. No importa cuán lejos nos hayamos alejado de Dios, Él siempre está dispuesto a abrazarnos con amor. Pero esta misericordia requiere una respuesta: debemos abrir nuestro corazón, reconocer nuestras fallas y permitir que su gracia nos transforme.
En el Evangelio, Jesús nos ofrece la parábola del Padre de la MISERICORDIA, una de las imágenes más poderosas de la misericordia divina. El hijo menor representa a muchos de nosotros cuando, cegados por el pecado, nos alejamos de la casa del Padre. Pero cuando toca fondo, su arrepentimiento lo lleva de regreso. El padre, símbolo de Dios, no lo recibe con reproches, sino con una alegría desbordante.
Aquí encontramos el núcleo del lema que nos guía hoy: “Nos das la feliz esperanza de arrepentirnos”. El arrepentimiento no es motivo de tristeza, sino de alegría. Al regresar a Dios, no solo recuperamos lo que hemos perdido, sino que descubrimos la riqueza de su amor incondicional.
Queridos hermanos, este mensaje nos invita a practicar la misericordia en nuestras propias vidas. Así como Dios nos perdona, estamos llamados a perdonarnos mutuamente. No guardemos rencor, no endurezcamos el corazón. Como el Padre del Evangelio, aprendamos a acoger, a reconciliarnos y a celebrar la vida nueva que surge del amor y el perdón.
Que esta Cuaresma sea un tiempo de gracia para reconocer nuestras fallas, acoger la misericordia de Dios y vivir con esperanza el camino de conversión.
(Guía Litúrgica)
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