Viernes, 15 de septiembre del 2023
Color: BLANCO
- Primera Lectura. I Tim 1, 1-2.12-14: “Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro”.
- Salmo Responsorial. 15, 1-2a.5.7-8.11: “Tú eres, Señor, mi heredad”.
- Evangelio. Lc 6, 39-42: “Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano”.
“Oremos por tantas madres adoloridas”
Ayer celebrábamos el triunfo de la Cruz. Jesús es el hombre de dolores, que conoce bien lo que es sufrir (Is 53,3), aquel a quien traspasaron (Jn 19,37; Zac 12,1). Y María, su madre, es la mujer de dolores… Ella expresa también el modelo de perfecta unión con Jesús hasta la cruz. El estar junto a la cruz, la propia y la de los demás, es una de las tareas más arduas del amor cristiano, que exige alegrarse con los que se alegran (Rom 12,15; Jn 2,1: bodas de Caná) y llorar con los que lloran (Rom 12,15; Jn 19,25: la cruz de Jesús)”.
Celebramos la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores, escuchamos unas palabras punzantes en boca del anciano Simeón: «¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). Afirmación que, en su contexto, no apunta únicamente a la pasión de Jesucristo, sino a su ministerio, que provocará una división en el pueblo de Israel, y por lo tanto un dolor interno en María. A lo largo de la vida pública de Jesús, María experimentó el sufrimiento por el hecho de ver a su Hijo rechazado por las autoridades del pueblo y amenazado de muerte.
María, como todo discípulo de Jesús, ha de aprender a situar las relaciones familiares en otro contexto. También Ella, por causa del Evangelio, tiene que dejar al Hijo (cf. Mt 19,29), y ha de aprender a no valorar a Cristo según la carne, aun cuando había nacido de Ella según la carne. También Ella ha de crucificar su carne (cf. Ga 5,24) para poder ir transformándose a imagen de Jesucristo. Pero el momento fuerte del sufrimiento de María, en el que Ella vive más intensamente la cruz es el momento de la crucifixión y la muerte de Jesús.
También en el dolor, María es el modelo de perseverancia en la doctrina evangélica al participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia (cf. Regla de san Benito, Prólogo 50). Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo, en el momento del Calvario. De esta manera, María se convierte en figura y modelo para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de Cristo, también está unida a su resurrección (cf. Rm 6,5). La perseverancia de María en el dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva irradiación en bien de la Iglesia y de la Humanidad. María nos precede en el camino de la fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a nosotros a participar con Ella en esta gran aventura.
San Juan (19,25; 3,14-15; 8,28; 12,32) completa el misterio de la luz de la resurrección diciendo: la cruz, además de ser instrumento de dolor, es sobre todo un trono de gloria. La madre participa de esta luz. Esta fiesta del 15 de septiembre imprime un carácter de glorificación al misterio del dolor de María. «Caná-Calvario-Apocalipsis 12», en donde aparece con toda claridad el “ser madre” de la Virgen.
Hoy es un día para presentar al Señor la situación de tantas Madres que sufren: o el abandono de sus esposos, de sus hijos, o la marginalidad a la que son sometidas… María sufrió grandemente al ver a su hijo como un guiñapo humano, desfigurado o los azotes, por las burlas y por todas aquellas injusticias cometidas contra su hijo. Oremos por tantas madres adoloridas. El Señor les conforte y consuele en medio de sus sufrimientos.
(Guía Litúrgica)
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