• Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40: Guarda los mandamientos y tendrás vida.
  • Salmo Responsorial: 32: Nosotros esperamos en el Señor.
  • Segunda lectura: Rom 8,14-17: Recibieron un espíritu de hijos.
  • Evangelio: Mt 28,16-20: Yo estoy siempre con ustedes hasta el fin de los tiempos”.

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La resurrección de Jesús suscita una diversidad de reacciones, actitudes y acciones entre los testigos de este evento sobrenatural. En la escena final de Mateo (28,16-20), el narrador nos dice que la duda y la adoración se intercalaban dentro de los discípulos en presencia de Jesús resucitado. Sin embargo, a pesar de estas actitudes contrarias, Jesús les da la gran comisión para ir y hacer discípulos a todas las naciones, “bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). Al descubrir estas reacciones encontradas en los discípulos de Jesús, Mateo también interpela a la persona que lee: ¿Qué clase de testigo eres tú?

Hoy la Iglesia universal celebra la fiesta de la Santísima Trinidad. La doctrina de la Santísima Trinidad surgió de las Escrituras y de la oración comunitaria de la Iglesia primitiva.  Esta doctrina afirma la comunión íntima de Dios con nosotros, a través de Jesucristo, en el Espíritu Santo. Los cristianos creemos que Dios interviene y participa en la historia. Desde un principio, Dios ha tratado de comunicarse y relacionarse con todas sus criaturas. En el Antiguo Testamento lo hizo a través de sus hazañas y de los profetas. En la plenitud de los tiempos, Dios se hizo uno con la humanidad en Jesucristo, quien es la imagen visible del Dios que no podemos ver (Col 1, 15). La Encarnación, la Palabra hecha carne, es la prueba más radical del amor de Dios por nosotros al querer hacerse partícipe de nuestra humanidad. Por el poder del Espíritu Santo, Dios continúa su presencia activa entre nosotros, buscando una comunión eterna con sus criaturas.

Hoy Jesús envía a sus apóstoles a evangelizar el mundo, aunque algunos todavía dudamos. Evangelizar es ayudar a una persona a profundizar sus experiencias pasadas hasta el momento en que reconozca a Cristo como la verdad que ilumina su propia existencia.

Esta es la esencia del cristianismo. Los cristianos tenemos una misión que emana de un mandato dado por Jesucristo. Un mandato se da para obedecerlo y lo da quien tiene autoridad para hacerlo. Si alguien nos habla imperativamente es porque tiene autoridad, de otro modo estaría loco o perdiendo el tiempo. Y quizás puede ser una locura hacerse discípulo de Jesús después que hemos conocido su doctrina y el final trágico en que terminó su vida. No parece fácil asumir un compromiso tan riesgoso en momentos de tanta intolerancia y de tanta hipocresía. ¿Cómo me hago discípulo de Jesús? ¿basta que me bautice para que me haga discípulo de Jesús? No, hace falta un poco más que un simple quiero.

Una cosa importante es que los evangelizadores proclamamos una palabra que no es nuestra y que demanda una coherencia de vida. Quien acoja la Palabra lo hará con libertad personal, sobre todo con la conciencia de que está cumpliendo con su deber. Sí, es un deber de todo bautizado promover las enseñanzas del Maestro mediante el testimonio de vida y la predicación.

(Guía Litúrgica)

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