• Primera lectura. Hb 12,1-4: “Todavía no han llegado a la sangre en su pelea contra el pecado”.
  • Salmo Responsorial: 21,26b-27.28.30.31-32; “Te alabarán, Señor, los que te buscan”.
  • Evangelio. Mc 5,21-43: “Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva”.

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Podemos decir que el poder de la fe es lo que lleva al creyente al éxito, lo que le permite alcanzar sus objetivos. El Evangelio de hoy nos viene a hablar de esa valerosa mujer que, sin importar las dificultades que se le presentaron, continuó buscando su propósito: sanarse de la afección que por años traía. Se hubo de enfrentar con aquellos que quizás por proteger físicamente a Jesús, lo aislaban, talvez hasta se creían con derechos sobre él. Antes, esta mujer se había enfrentado con su realidad dolorosa y sin esperanzas, desde la vista de los que la habían tratado, su caso es difícil, no hay sanidad para ella. Pero escucha que pasa Jesús por los alrededores y sale a su encuentro, se escurre por entre la multitud con la intención de tocar al Señor, y lo logra; su determinación, confianza y seguridad de sanarse son tan latentes que nada la detiene en su acercarse al Maestro, y recibe lo que busca.

A todos Dios nos dio una medida de fe, pero de nosotros depende hacerla crecer. De nada funciona decir que tenemos fe si no la ponemos por obra, es decir, la fe te lleva a hacer cosas que otros no harían; a permanecer firme en medio de la oposición y a aferrarte al propósito de Dios por encima de toda adversidad.

La Palabra nos habla sobre la mujer tenía 12 años padeciendo flujos de sangre, pero es bueno resaltar el atrevimiento de su fe, en ese caso, la fe que ella muestra es tan efectiva, que la salva incluso del castigo que le esperaba por haber tocado a un hombre, ya que, según la ley, era inmunda por esa enfermedad.

Ella fue valiente y tocó a Jesús, aunque sabía que se arriesgaba a ser apedreada. Su fe y valor obtuvieron los frutos que esperaba porque Jesús la sanó y también la salvó. Fue como si Jesús le dijera: “no tengas pena, no serás castigada ya que no tocaste a un hombre, tocaste a Dios y eso no es prohibido”.

La Palabra de Dios hace crecer tu fe en el día a día, pero también serán las tribulaciones y dificultades las que te lleven a crecer en la fe según te mantengas confiado y esperando en que Dios, sin importar cuánto dure, obrará una vez y para siempre, eso es el poder de la fe, caminar en la certeza que el Señor está al pendiente, que, aunque no lo oigo está trabajando. ¡Animo, se paciente y mantén firme tu fe!

(Guía Mensual)

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