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  • Primera Lectura. Hch 8, 26-40: “Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los poblados hasta que llegó a Cesarea”.
  • Salmo Responsorial: 65, 8-9.16-17.20: “Aclamen al Señor, tierra entera”.
  • Evangelio. Jn 6, 44-51: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.

En el Evangelio de hoy Jesús está enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm. Jesús afirma que el llamado a la salvación proviene de Dios, y que es la gracia de Dios la que permite a una persona acercarse a Él.

Es importante recordar que la salvación es obra de Dios y no de los esfuerzos que podamos realizar. La salvación no es una recompensa por nuestras buenas acciones o méritos, sino un regalo de gracia de Dios. La única forma de comprender verdaderamente la naturaleza divina de Dios es a través de nuestra fe, creencia y conexión constante con Él. Debemos diariamente buscar la presencia de Dios en nuestras vidas y depender de Él para nuestra guía espiritual.

Este pasaje nos recuerda la importancia de nuestra fe en Jesús y la promesa de vida eterna que Él nos ofrece. Podemos encontrar consuelo en los momentos difíciles y vivir nuestra vida con un propósito y esperanza, al saber que estamos llamados a vivir eternamente con nuestro Señor. Jesús es nuestro sustento y nuestra energía. En lugar de depender de nuestras propias fuerzas, podemos confiar en Él, para darnos la fuerza y el alimento que necesitamos para cada día. Nos puede ayudar a desprendernos de cargas que nos impiden avanzar. Esto nos llevará a una relación más profunda con Él y a una vida más plena y satisfecha.

También es posible que nos preguntemos cómo podemos experimentar la vida eterna en el presente. La vida eterna no es algo que comienza después de la muerte, sino que es una vida plena en comunión con Dios en el aquí y el ahora; haciendo su voluntad, y a través de Jesús, el pan de vida, en creer que Él es el Salvador y que su muerte fue por nuestros pecados. Es tener una relación de fe con Él, mantener una vida en oración, leer su Palabra y buscar su guía día a día. Al recordar esto, podemos buscar una vida en comunión con Dios y obtener la vida eterna que solo Él puede ofrecer.

Este es un recordatorio poderoso de que nuestra fe en Jesús es la única forma de recibir la vida eterna. Como el pan vivo que desciende del cielo, Jesús nos ofrece una vida abundante que trasciende la muerte física. Debemos estar dispuestos a aceptar su sacrificio y nutrir nuestra relación con Él para disfrutar de la vida eterna en su presencia y no solo quedarnos nosotros con esta buena noticia, sino que Debemos diariamente buscar la presencia de Dios en nuestras vidas y encomendar a Él todas nuestras acciones y proyectos, ya que sin Él somos nada y con Él somos todo.

(Guía Litúrgica)

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