• Primera lectura: Ex 20,1-17: Yo soy el Señor tu Dios que te saqué de Egipto.
  • Salmo Responsorial: 19: Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
  • Segunda lectura: 1Cor 1,22-25: La paradoja cristiana.
  • Evangelio: Jn 2,13-25: ¡No sigan haciendo de la casa de mi Padre un mercado!

Color: MORADO.  III Semana del Salterio

Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

Seguimos con este itinerario cuaresmal, una verdadera oportunidad para profundizar sobre la palabra de Dios y vivir con gozo cada experiencia cristiana, que esta misma palabra nos proporciona. Ya vamos por la tercera semana de cuaresma y nuestra vida cristiana debe ir en expirar, es decir, que se note un crecimiento en madures espiritual y en compromiso personal.

En el Evangelio encontramos que: “Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.” Si hacemos memoria podemos recordar que el miércoles de esta misma semana veíamos en el Evangelio que Jesús subía a Jerusalén y en misma travesía les anunciaba a sus amigos los discípulos que él sería entregado a los letrados, a los sumos sacerdotes, condenándolo a muerte, con burlas, azotes y crucifixión.  

Hoy Domingo va subiendo a Jerusalén, al parecer cada vez que Jesús sube a Jerusalén pasa un acontecimiento importante en su vida de evangelización. Al llegar a Jerusalén entró al templo y encontró en este a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten esto de aquí; no conviertan en un mercado la casa de mi Padre.”

Jesús contemplo con sus ojos un espectáculo desagradable dentro del templo, ver todo lo que había allí y lo que estaba pasando, era motivo de escándalo y de enfado. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “El celo de tu casa me devora.” No podía el Maestro reaccionar de otra manera ante aquella realidad tan cruda, pues el templo tenía que ser otro lugar, con la dignidad que el mismo amerita.

Hoy nosotros tenemos un reto y un compromiso de velar y cuidar el templo, es una necesidad que el templo sea realmente el lugar donde habita Dios y el lugar idóneo para el encuentro del hombre con Dios. Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” Jesús contestó: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré.” Los judíos replicaron: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”

Los judíos no entendieron a Jesús al expresar aquellas palabras, él hablaba teológicamente, es decir, un modo de hablar profundo y en cierto modo un lenguaje figurado, él hablaba del templo de su cuerpo.

Cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de lo que les había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.  

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VI Domingo.  Tiempo Ordinario. Ciclo B

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