23 de abril del 2023
- Primera lectura: Hch 2, 14.22-33: Les anuncio a Jesús de Nazaret, muerto y resucitado.
- Salmo Responsorial: 15, 1-2.5.7-1: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
- Segunda lectura: 1P 1, 17-21: Su fe y esperanza están puestas en Dios.
- Evangelio: Lc 24, 13-35: Jesús en persona se acercó y siguió caminando con ellos.
Color: BLANCO
“Seamos testigos con nuestro actuar que Jesucristo está vivo y vive en los suyos”
“Señor Jesús, explícanos las escrituras; enciende nuestro corazón mientras nos hablas”, hemos escuchado antes de proclamación las palabras del Evangelio.
Vamos a destacar algunas de las ideas, para que, siguiendo el ejemplo de la Virgen María (Lc 2,19), podamos meditarlas en el corazón.
1. El Señor nos enseña el camino de la vida. El salmo refleja un corazón que desea una relación personal con el Señor, con la confianza (de) que en esa relación “me enseñarás el camino de la vida”. El apóstol san Pedro, en la primera lectura, recita el mismo salmo desde la certeza (de) que está ante una promesa que ya se cumplió y repercute en el presente, y se proyecta hacia la eternidad: “me has enseñado el camino de la vida”, dice el apóstol. A nosotros, Dios mismo nos ha enseñado el camino de la vida, que es nuestro Señor Jesucristo, quien se nos reveló como “el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6). Conocer a Dios es un don de Dios. Es lo que nos dice el apóstol san Pedro en la segunda lectura: “Por Cristo ustedes creen en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así han puesto en Dios su fe y su esperanza”.
2. Donde el Señor Jesús está, hay “milagros, signos y prodigios”. No perdamos nunca la esperanza en Él. El relato del evangelio nos deja ver que los discípulos de Emaús tenían su confianza puesta en el Señor Jesús, pero las circunstancias de la vida los llevaron a pensar que todo estaba perdido y decidieron abandonar Jerusalén: “Jesús el Nazareno… poderoso en obras y palabras… lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él iba a liberar a Israel”. En su camino, se encontraron con el Señor Jesús, pero no pudieron reconocerlo. En la Escritura, Jerusalén es la casa de Dios y la comunidad de creyentes. Jesús está presente incluso cuando parece que todo está perdido.
3. Hemos sido rescatados con el precio de la sangre de Cristo. La segunda lectura nos invita a apreciar el valor de la muerte de Cristo en la cruz y el poder de su resurrección. Ya que fuimos rescatados, nos dice, “de ese proceder inútil… no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo”, nos exhorta a tomar en serio nuestro “proceder en esta vida”, para que seamos testigos con nuestro actuar (de) que Jesucristo está vivo y vive en los suyos.
4. La Palabra de Dios penetra el corazón y lo transforma. Los discípulos de Emaús sentían arder su pecho cuando el Señor Jesús les explicaba las Escrituras. Cuando reconocieron a Jesús, volvieron, llenos de alegría, a Jerusalén a contar su experiencia.
5. Jesucristo, resucitado y exaltado a la diestra del Padre, nos ha derramado su Espíritu Santo.
Señor Jesús, por medio del Espíritu Santo que nos has derramado, explícanos las escrituras y enciende nuestros corazones mientras nos hablas. Amén.
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