Viernes, 21 de abril del 2023

  • Primera Lectura. Hec 5, 34-42: “Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo”. Salmo Responsorial. 26, 1.4.13-14: “Una cosa pido al Señor: habitar en su casa”.
  • Evangelio. Jn 6,1-15: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”.

Color: BLANCO

“Él nos pide que le demos comida al hambriento”

La primera lectura de hoy nos propone este pasaje de los Hechos de los Apóstoles, del cual podemos sacar dos conclusiones: la obra de Cristo es obra divina. El proyecto de Dios, la extensión del Reino, se realiza a pesar de todos los obstáculos humanos que se van presentando. La parte que nos toca a nosotros para su propagación consiste en permanecer fieles y obedientes a la palabra de Dios.

Al igual que los Apóstoles ante el Sanedrín, nos enfrentamos a las oposiciones que a veces se presentan en nuestros centros de trabajo o de estudio y que no hacen otra cosa más que confirmar la palabra de Jesús: «Serán perseguidos por mi causa«.

En segundo lugar, hay una enseñanza, los apóstoles tomaron como un HONOR el haber padecido todo esto por el nombre de Jesús. Las palabras de Jesús volvieron a resonar en ellos, seguros (de) que son «bienaventurados» y que les pertenece el Reino de los cielos. Así mismo nosotros, cuando nos persigan, nos desprecien, o nos traten mal por vivir o pensar como un cristiano, tenemos la oportunidad de «padecer por Cristo«.

El salmista canta precisamente esa dicha que representa para nosotros los cristianos estar en la presencia de Dios, “gozar de la dulzura del Señor” mediante una relación cercana con Él, aún en medio de persecuciones y dificultades.

En el evangelio Jesús nos muestra que entiende todas nuestras necesidades, no solo las espirituales, que tenemos un Padre que escucha y está atento a nosotros.

En este pasaje hay un detalle muy hermoso: Jesucristo podía haber hecho que simplemente apareciera el pan para la multitud, sin necesidad (de) que hubiese que repartirlo. Sin embargo, Él quiere que los demás se involucren, que traigamos “lo que tenemos”.

Y si tiene el poder para hacer grandes milagros, también lo tiene para cambiar el corazón de los hombres con una gracia especial. Pero está claro que quiere que colaboremos Él nos pide: que le demos comida al hambriento, compartiendo lo que tengas, ayúdame a saciar el hambre de los demás, de esta persona que está junto a ti, a tu esposo o esposa, a tu padre o madre, a tu compañero de trabajo o de clases, a ese amigo que tanto lo necesita. Pidamos a Jesús que aún en medio de nuestros sufrimientos o enfermedades, seamos capaces de ofrecer nuestros panes y peces. Porque en nuestras manos es poca cosa, pero en las manos de Jesús podrían ser el milagro que alguien espera en su vida.

(Guía Litúrgica)

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