Se conmemora el día de la Divina Misericordia
Domingo, 7 de abril del 2024
- Primera lectura: Hch 4, 32-35: “No había nadie que pasara necesidad entre ellos”.
- Salmo Responsorial: 117: “La piedra desechada es ahora la piedra angular”.
- Segunda lectura: 1Jn 5, 1-16: “El que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios”.
- Evangelio: Jn 20,19-31: “Los discípulos se alegraron de ver al Señor”.
Color: BLANCO
““HEMOS VISTO AL SEÑOR””
Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Estamos celebrando el Segundo Domingo de Pascua, conocido también como el día de la Divina Misericordia, es por ello por lo que en el salmo se nos invita a dar gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Que podamos ser misericordiosos como Cristo es misericordioso con nosotros.
Encontramos en el Evangelio que: “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.” Sigue teniendo incidencia la noche en estos días como ese elemento real que no permite ver con claridad todo lo que ha pasado en torno a la persona de Jesús, continua la incertidumbre, la duda, el medo y el misterio que todo lo envuelve.
Las puertas cerradas no permiten que el aire del Espíritu del Resucitado pueda ventilar, purificar, sanear todo tipo de dudas y miedo en el interior de los discípulos, su encierro era tan hermético que era casi imposible que Jesús pudiera comunicarles la alegría de la resurrección. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a ustedes.” Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Hoy Jesús nos invita a que construyamos una Iglesia con puertas abiertas para que la alegría del anuncio de su Evangelio pueda florecerse cada día con mayor fuerza y con mejores resultados. Jesús repitió: “Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.” Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.”
El Espíritu Santo es el regalo que le trae Jesús resucitado a los discípulos, para que se conviertan en testigos y anunciadores de su palabra, no con miedo, sino con seguridad y firmeza ante el mensaje que anuncian. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.”
Que Dios nos libre de tener una actitud semejante a la de Tomás, es tirar por el suelo nuestra fe y creencia en Jesús, convertirnos de apóstoles en incrédulos, es un retroceso en cuanto a nuestro compromiso de apóstoles. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a ustedes.” Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”
Que podamos cada día trabajar en nosotros la incredulidad y falta de fe en Dios y pasar a la seguridad y claridad que nos da la palabra anunciada, vivida y testimoniada. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.” Ante la profesión de fe de Tomás, Jesús le responde con dureza y reproche, condenando en Tomás a todos aquellos que para creer tienen que ver, resalta y reconoce a todos aquellos que creen sin la necesidad de ver, esta es la verdadera fe, la que agrada a Dios y hace que crezcamos como cristianos.
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