Sábado, 23 de febrero del 2024
Homilía: II Domingo. Tiempo de Cuaresma. Ciclo B
Color: ROJO. I. Semana del Salterio
- Primera Lectura. Dt 26, 16-19: “Hoy te manda el Señor, tu Dios, que cumplas estos mandatos y decretos”.
- Salmo Responsorial: 118, 1-2.4-5.7-8: “Dichoso el que camina en la voluntad del Señor”.
- Evangelio. Mt 5, 46-48: “Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.
“LA TRANSFIGURACIÓN GLORIOSA”
Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Estamos celebrando el segundo Domingo de Cuaresma, Dios nos sigue hablando por medio de su palabra. Es un tiempo especial en nuestra vida cristiana, que amerita de seriedad y disponibilidad atenta a la escucha de la palabra, ojalá que podamos escuchar y practicar lo que en dicha palabra se nos pide.
En el Santo Evangelio encontramos que: “En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos.” La montaña sigue siendo lugar idóneo y especial para el encuentro con Dios y para la meditación seria y en silencio. El contacto directo con la naturaleza es valor agregado a la calidad e intensidad de nuestra oración. La vida de Jesús siempre fue un constante subir en el sentido más rico del término. Siempre fue un promotor y motivador del crecimiento de aquellos que le rodeaban.
“Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.” El blanco resplandeciente en su vestido es señal de pulcritud y manifestación cercana de su gloria. “Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.” Este detalle es importante en la tradición bíblica, hemos dicho siempre que Moisés representa y simboliza la ley, el hecho de conversar con Jesús aquel que es plenitud y cumplimiento de la ley es algo maravilloso, es la conexión de la ley antigua del Antiguo Testamento con la nueva ley del Nuevo Testamento.
Encontrarse con Elías y conversar con él es maravilloso, Elías representa los profetas y en Jesús se cumplen todas las profecías anunciadas por los antiguos profetas. Es cuando Pedro entra a la acción y tomó la palabra y le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Es un momento sublime donde se revela la teofanía de la divinidad de Jesucristo, es un momento inefable que provoca la humildad y compromiso de los apóstoles. Estaba asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo.” Es una especia presentación pública y universal de Dios con relación a Jesús como su hijo, recordemos que estas fueron las mismas palabras que pronuncio Dios cuando Jesús fue bautizado por Juan en el rio jordán.
Al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.” Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos. Al parecer la transfiguración fue en Jesús y en presencia de estos tres discípulos una anticipación de la gloria de su resurrección, con la presencia también de Moisés en representación de la ley y de Elías en representación de los profetas.
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