10 de abril del 2023
- Primera lectura:Hch 10,34ª.37-43: El gran acontecimiento que trascendió.
- Salmo Responsorial: 117: Piedra desechada… Piedra angular.
- Segunda lectura: Col 3,1-4: Busquen los bienes más altos.
- Evangelio: Jn 20,1-9: Al ver los signos del Resucitado, creyó.
Color: BLANCO
El acontecimiento Cristo
El acontecimiento Cristo: “Ustedes ya conocen el acontecimiento que trascendió y que había tenido su comienzo en Galilea”, dijo Pedro en casa de Cornelio, refiriéndose a Jesús de Nazareth. En un primer momento, Jesús fue para ellos el personaje con el cual compartieron, caminaron, lucharon, aprendieron y se unieron a su causa. En el que pusieron sus esperanzas de liberación e instauración del Reinado de Dios, pero que finalmente, lo mataron y ahí todo había acabado.
Aparentemente, Jesús fracasó, pues terminó derrotado en el patíbulo de la cruz por cuenta de las autoridades romanas y judías. Pero ¡Jesús no vivió ni murió en vano! Su vida y su muerte representaron un gran acontecimiento para las personas con las cuales compartió. Jesús aconteció en las personas, y el acontecimiento de Jesús en ellas representó su salvación, pues, como dice la primera lectura: “pasó su vida haciendo el bien, curando a los que estaban bajo el dominio del diablo, porque Dios estaba con él”. Dios aconteció en el hombre Jesús y él, a su vez, aconteció en las personas con las cuales entró en contacto. Ellas, por su parte, se convirtieron en testigos del acontecimiento de Jesús, el ungido por Dios (o sea, Jesucristo).
Las autoridades que quisieron acabar con Él, pensaron que allí todo terminaría, pero se engañaron. En un primer momento su movimiento, sus comunidades se dispersaron. Pero, al tercer día (que significa tiempo en que Dios actúa), Dios lo resucitó. Acabaron con el Jesús histórico, pero, al tercer día, Cristo siguió aconteciendo de nuevo y con mucha más fuerza en las personas que lo conocieron y se abrieron a su acción salvadora. Esas personas se convirtieron en testigos del acontecimiento Cristo y por eso no se callaron sino que, por el contrario, anunciaron con más fuerza esa Buena Noticia. Los testigos de ese acontecimiento querían que también otras personas tuvieran la oportunidad de una nueva vida en Cristo.
Ser cristiano significa ser testigo del acontecimiento Cristo en la propia vida personal y comunitaria. Si nosotros somos testigos de ese acontecimiento nuestra vida no puede seguir siendo la misma, sino que, necesariamente, debe ser radicalmente transformada a imagen de aquel que murió y resucitó. Esa fue la invitación de Pablo a la comunidad de Colosas: “Busquen los bienes de allá arriba”. Cuidado, que los bienes de “allá arriba” no significan necesariamente los bienes que usualmente se han prometido para la otra vida después de la muerte. Los bienes de “allá arriba” son también todos los de aquí abajo, pero vividos de una manera distinta. Vividos con la altura humana con la cual los vivió Jesús. Es todo lo material, lo espiritual, lo temporal, los dones y carismas puestos al servicio de los demás seres humanos y siempre en la defensa de una vida digna. Esto implica derrotar el egoísmo y vivir la solidaridad y el amor. Esto implica permitir que Cristo siga aconteciendo y salvando por medio nuestro en cada cosa que hacemos.
Es posible que después de 2000 años muchos de nosotros, como dice el Evangelio, no hayamos entendido lo que significa la resurrección. Es posible que todavía pensemos que resurrección es la revivificación de un cadáver. Es posible que nos quedemos en el espectáculo mediático de ver entrar la estatua del “Resucitado” entre los aplausos de la gente y las campanas del templo que suenan. Pero, también es posible que hoy seamos testigos del acontecimiento Cristo en nuestras propias vidas, es decir, que podamos vivir en Cristo, morir con él a todo aquello que nos disminuye como personas (pecado) y resucitar cada día siendo un ser humano nuevo. Un ser humano capaz de amar y servir como lo hizo Jesús. Un ser humano que deja ver en su vida a Cristo resucitado y resucitador. Un ser humano totalmente cristificado.
Oración
Jesucristo resucitado, hermano, amigo, compañero de camino. Te damos gracias por todo tu testimonio de amor, de entrega, de generosidad hasta dar la vida, toda la vida, todo tu tiempo, todo tu ser, todo tu amor, tu cuerpo, tu sangre… todo… Gracias porque tu acontecer histórico fue de bendición, de gracia, de salud, de salvación para todos los que se abrieron a una vida nueva. Gracias porque tras esa primigenia y maravillosa experiencia de Pascua, de resurrección, de vida, muchas personas han experimentado plenitud y vida eterna. Muchos seres humanos han escrito una historia de salvación inspirados y conducidos por ti.
Hoy nos disponemos totalmente… te abrimos de par en par las puertas de nuestros corazones para que acontezcas con la misma fuerza, con la misma energía, con el mismo amor como lo hiciste en aquellas primeras comunidades que experimentaron tu resurrección. Que vivieron ese asombroso acontecer que transformó radicalmente sus vidas y los convirtió en testigos valientes, en evangelizadores. Ilumina con tu luz admirable nuestro camino, despeja nuestras dudas, danos la gracia de comprender el sentido de nuestra historia. Danos la sabiduría para saber vivir como tú, el Ungido, Hijo de Dios, el continuador de la obra del Padre… acontece, sigue aconteciendo en nuestra vida personal, en nuestra vida familiar, en nuestra vida comunitaria… queremos configurar nuestra vida contigo… vive, actúa, crece, conduce nuestra existencia… estamos atentos, abiertos, dispuestos, en camino contigo, hasta la plenitud de los tiempos… amén.
Santifiquemos la Semana Mayor * Volver a la página de inicio