• Primera lectura: Is 60,1-6: “Levántate y sonríe”.
  • Salmo Responsorial: 72 (71): “Salvará la vida de los pobres”.
  • Segunda lectura: Ef 3, 2-3a.5-6: “Todos recibimos la misma herencia”.
  • Evangelio: Mt 2, 1-12: “Se postraron y le rindieron homenaje”.

Solemnidad. Color: BLANCO

Neptalí Díaz Villán

Son  muchos los textos en la Biblia, tanto en el primero como el segundo testamento, donde encontramos la palabra levántate. “A ti te hablo niña, levántate” (Lc 8,54). “Joven, a ti digo: levántate” (Lc 7,14b). “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazareth, levántate y anda” (Hch 3,6)… El mensaje del Señor siempre, siempre, es para levantar. Si en algún momento, ante alguna circunstancia se llama la atención, se reclama, se denuncia; nunca es para condenar, nunca para hundir definitivamente, aunque a veces necesitamos bajar la cabeza y “morder el polvo” para reconocer nuestra humanidad y levantarnos dignamente, sin falsos pedestales. El texto de Isaías fue alimento para un pueblo que en exilio quería volver a su tierra. Isaías reconoció que había tinieblas, pero que por encima de toda angustia, de todo dolor, de toda oscuridad, estaba la fuerzan y el amor de Dios que libera. “Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria…” (Primera lectura.). Vale la pena tener siempre presente este mensaje de esperanza. En todo momento, especialmente cuando las tinieblas rondan a nuestro alrededor o, en el peor de los casos, en nuestro propio interior. Abrámonos a esa luz divina que inunda nuestro corazón para que nos dé la fuerza y la gracia de enfrentar la crisis.

La Palabra, la luz, la gracia y el amor de Dios alimentan nuestra esperanza para enfrentar la crisis con una actitud de victoria. No siempre nos va bien, a veces vienen crisis. No siempre estamos bien, a veces los males golpean nuestra vida personal, familiar o comunitaria. Es más, esos momentos pueden ser muy fructíferos si los sabemos asumir con la fuerza de Dios. Necesitamos una actitud constante de apertura a la gracia de Dios y sacar de nuestro interior lo mejor de nosotros mismos para vencer el tedio, el pesimismo, el sinsentido. En esos momentos duros: “Levántate y sonríe”.

Claro que en ocasiones necesitamos llorar, gritar, mostrarnos molestos, tal vez alejarnos un poco del ruido ensordecedor y buscar momentos de soledad. Tenemos derecho a entrar en crisis, a poner cara dura, no es bueno aparentar una sonrisa mientras por dentro nos consumimos de tristeza. Tenemos derecho, incluso, a decir palabras feas, a desahogarnos, a sacar tal vez eso que nos molesta, que nos duele, nos envenena, nos carcome. Eso lo hizo Job en medio del tremendo dolor por cual atravesó (Job 3,1ss)

Pero no tenemos derecho a prolongar nuestra amargura y sembrarla a nuestro paso. No tenemos derecho a amargarle la vida a los demás con constantes actitudes  despectivas y despreciativas de la vida. Tenemos el deber, el derecho y la gran oportunidad de cambiar de actitud, mucho más si sabemos que Dios está con nosotros y con su gracia podremos luchar y vencer, buscar y hallar. Por eso: “Levántate y sonríe, Jerusalén, que ya llega tu luz, y brilla en ti la gloria del Señor: Aunque cubran la tierra las tinieblas y la noche envuelva a las naciones, el Señor irradia sobre ti su luz, y su gloria se revela en ti.”

Epifanía: Hoy celebramos la conocida fiesta de los tres reyes magos: Gaspar, Melchor y Baltasar. El altito, el calvito y el negrito. Sin el ánimo de acabar lo que ya está construido, quiero aclarar que en ninguna parte del texto se dice el número de personas, no se mencionan sus nombres ni su color de piel y, menos, se dice que fueran reyes.

Estos detalles son producto de especulaciones de algunos padres de la Iglesia para llenar vacíos históricos y dar respuestas a interrogantes de la gente. Orígenes, en el siglo III supuso que eran tres porque tres eran los dones: incienso, mirra y oro. Cesáreo de Arlés en el siglo IV le dio el título de reyes, y en el siglo IX se les puso nombre y color a su piel. El pesebre de San Francisco de Asís puso su cuota, pues en su época y en esa región se pensaba que había sólo tres continentes. Por eso los magos con un europeo, un asiático y un africano. Además, existen tres regiones distintas que afirman tener sus reliquias auténticas y sus restos mortales: Colonia (en Alemania), Líbano y Turquía.

Pero hoy sabemos, gracias a los estudios bíblicos, que el relato de los Magos no surgió a partir de un acontecimiento histórico sino que se trata de una elaboración teológica del evangelista para comunicar una realidad por medio de símbolos. Sabiendo que es un relato elaborado para testimoniar una experiencia de Dios, podemos estudiar el texto y encontrarle un sentido más profundo.

El texto empieza, como es tradicional en la literatura bíblica, haciendo una ubicación histórica con un sentido teológico. “Jesús nació en Belén de Judá, en tiempo de rey Herodes”. Este dato nos ayuda a comprender el contexto social, político, religioso y cultural que rodeó el acontecimiento y lo que quería transmitir el autor.

Las comunidades cristianas daban testimonio de Jesús, muerto y resucitado, como su Salvador y Mesías. Con esa intención elaboraron el texto. Y como según la profecía de Miqueas 5,1ss el Salvador vendría de Belén, debían decir que Jesús nació en este pueblo. No podemos quedarnos en discusiones peregrinas sobre el lugar histórico de su nacimiento, sino pasar a lo que quisieron expresar las comunidades cristianas que daban testimonio de su fe: Que Jesús es el Mesías esperado. Que en Jesús se encontraban y realizaban todas las profecías y las esperanzas de un pueblo necesitado de la acción salvadora de Dios.

El contexto social era muy difícil. Palestina era una colonia del sanguinario imperio romano que, como todo imperio, crecía despojando a sus colonias y condenándolas a vivir en la miseria, como el gran árbol del libro de Daniel (capítulo 4to). Herodes, el reyezuelo nombrado por Roma, era un hombre cruel, inhumano y capaz de todo por mantener su poder: fiel a Roma y bestial con su gente, siempre defendido por el ejército imperial. El Mesías no llegó con gran poder y gloria, como el pueblo pensaba y quería, sino como fruto del vientre sagrado[1] de una humilde mujer campesina y con la fragilidad humana de un niño pobre, susceptible de ser destruido por el poder homicida de la época.

Unos Magos de oriente fueron a visitarlo. ¿Qué o a quiénes representan los magos? El término griego Magoi (magos), tenía varias connotaciones: podían ser personajes que se dedicaban a las ciencias ocultas: astrólogos, estudiosos de las estrellas, hechiceros, sacerdotes y adivinos. Podían ser también devotos de una antigua religión heredada de Zoroastro, cuya divinidad se manifestaba en las estrellas, o personas que buscaban el saber; por eso algunas biblias traducen la palabra magoi como sabios. 

Es posible que Mateo haya escogido la figura de los magos debido a que eran considerados los pícaros más idólatras (o los idólatras más pícaros) de la época. Quiere así decir que Jesús es para todos, sin condiciones previas de pureza legal.

Eran de oriente, es decir, no eran judíos. Por tanto, tenían otra cultura, otra manera de vivir y de pensar, con otra experiencia religiosa. No creían en el mismo Dios en el que creían los judíos. Podrían representar también a aquellos que no creen en un Dios personal sino en una energía universal, al estilo de algunas experiencias religiosas orientales. Podemos ver en ellos también a algún seguidor de Leucipo y Demócrito, filósofos ateos de la antigua Grecia, estudiosos de los fenómenos naturales.

Esto no significa que fueran malos, como solemos calificar a quienes piensan distinto a nosotros, a los de otras religiones o a los no creyentes.  Mateo insiste en su incansable búsqueda hasta encontrar al Mesías y rendirle tributo. No fueron en busca del niño para pedirle un milagro, sino para ofrecerle lo mejor de su cultura (incienso, mirra y oro) y sus propias vidas en adoración. Y Dios, revelado en este niño frágil, aceptó con agrado la ofrenda de los magos.

El centro del relato no son los magos, es Dios que se manifiesta a toda la humanidad. Por eso la fiesta de hoy se llama Epifanía, es decir, manifestación de Dios a toda la humanidad, personificada en los magos.

Dios se manifestó y sigue manifestándose a la humanidad por encima de los límites de la religión, de la cultura, de las ideologías y de las diferencias étnicas que nos pueden dividir y hasta hacer enfrentar a muerte. Dios se manifestó de manera especial por medio de ese niño frágil y nos mostró que no es exclusividad de ninguna religión y de ningún pueblo. La estrella la vieron estos personajes no judíos, que estaban en su búsqueda y se pusieron en camino hasta encontrarlo.

Según el relato, la estrella se equivocó y no los llevó a Belén sino a Jerusalén. Este detalle lo pone el autor del relato con una intención concreta: Los magos que estaban buscando al Mesías, tenían una mente abierta. Cuando llegaron a Jerusalén y manifestaron ante Herodes, los Sumos Pontífices y letrados del país, el motivo de su búsqueda, estos se sobresaltaron, se preocuparon y toda Jerusalén con ellos. ¿Por qué? Porque la llegada del Mesías implicaba cambio, transformación, algo a lo cual los poderosos de todos los tiempos siempre temen. En este caso concreto, mientras la esperanza es la virtud que brota de los pobres cuando buscan dignificar su existencia, el miedo es el bajo instinto que conmociona a los poderosos cuando sólo buscan mantener sus privilegios y sus insultantes excentricidades.

Los Sumos Sacerdotes y los escribas del pueblo recibieron la noticia del nacimiento del Mesías y ubicaron bien a los Magos para que fueran hacia Belén. Es decir, ellos tenían un conocimiento válido que se podía utilizar para guiar al pueblo, pero sólo estaban interesados en ellos mismos, no dieron el paso hacia Jesús y su camino de solidaridad y responsabilidad con la historia. Herodes, al contrario, al enterarse de la existencia del Mesías lo buscó para matarlo sin importarle acabar con la vida de muchos inocentes. Todo eso porque el sentido de su vida no estaba en sí mismo como persona y en su valor como ser humano, sino en cuanto tenía el poder. Así que por ningún motivo podía permitir que le quitaran el poder, porque su vida quedaba sin piso.

Las escrituras por sí mismas no conducen al Mesías, menos las instituciones en manos de unos pícaros que las manipulan. Sólo la estrella que es Jesús mismo, el encuentro con su persona, su palabra y su camino nos harán descubrir al Ungido de Dios. Por eso ver al niño y ver la estrella es lo mismo.

En la época se llamaba “estrellas” a los reyes. Hoy, a la gente de la farándula y del deporte. Para nosotros sigue vigente Jesús, su palabra, su obra, su proyecto de vida. Hoy también Dios se manifiesta en medio de nuestro mundo transcultural, dinámico y en continua expansión, según los científicos modernos. Podemos asumir la actitud de Herodes y su combo: miedo a que les quitaran el poder, rechazo al cambio, persecución y muerte a cualquier tipo de “competencia”. O la de los “magos”: ponerse en camino hasta encontrar al Señor y rendirle homenaje con vida y con la palabra.

Señor Jesús, hoy celebramos la manifestación gloriosa de tu amor misericordioso a toda la humanidad, personificada en los magos. Nosotros también te reconocemos como el Sol que nace de lo Alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1,78-79).

No permitas que aniden en nosotros esos bajos instintos que desgraciaron la vida de Herodes y sus compinches. Ayúdanos a superar la codicia, el egoísmo y el miedo que no nos dejan crecer como seres humanos. Haz renacer en nosotros el anhelo de servir con amor, la apertura a tu gracia salvadora y la esperanza de la verdadera paz. Ayúdanos a superar todo tipo de fundamentalismo, porque así como el sol nace para todos y las estrellas inspiran a todos los enamorados, tu propuesta de vida es para toda la humanidad, cualquiera que sea su casa de oración o sus motivaciones culturales o personales.

Ayer los magos te presentaron incienso, mirra y oro. Hoy nosotros te presentamos todo lo que somos y tenemos. Nuestros conflictos, para que sean superados con la fuerza de tu poder; nuestra alma enturbiada, para que sea purificada con la acción de tu Espíritu; nuestras familias, para que sean convertidas en templos de la vida, en Iglesias domésticas en la cuales se multiplica tu amor. Te presentamos nuestros pies para seguir tus pasos; nuestras manos, para trabajar y construir una humanidad nueva; nuestra voz, para cantar la alegría de la salvación y la alabanza de tu nombre; todo nuestro ser en continua comunión contigo. Te presentamos nuestros grupos y comunidades, para que abunde en nosotros la luz de tu infinito amor y la pureza de tu sagrado corazón. En tu nombre nos levantaremos cada día con una sonrisa grande en nuestros labios, con la esperanza de que tu luz maravillosa nos conduce hacia la plenitud. Amén.

Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo B

Solemnidad de la NATIVIDAD del Señor

IV Domingo. Tiempo de Adviento. Ciclo B

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