28 de mayo del 2023
P. Manuel García: epam45@gmail.com
- Primera lectura: Hch1,12-14: Todos ellos perseveraban unánimemente en la oración.
- Salmo Responsorial: 46, 2-3. 6-927(26): El Señor es mi luz y mi salvación.
- Segunda lectura: 1Pe 4,13-16: El cristiano, que dé gracias a Dios de llevar ese nombre.
- Evangelio: Jn 17,1-11a: Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique.
Color: BLANCO
PENTECOSTÉS
Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Ofrezco unas felicitaciones a aquellos que hoy tienen el privilegio de reunirse como comunidad cristiana a celebrar el domingo de pentecostés. Hagamos un esfuerzo para que lo característico de esta celebración sea la alegría, el gozo en el Espíritu y el compartir sincero y cálido entre nosotros.
En esta ocasión me detengo a analizar parte de la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Encontramos que: “Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.”
El hecho de estar juntos y unidos es un elemento importante para que se produjera la manifestación y efusión del Espíritu Santo. El estruendo fuerte que llenó toda la casa donde estaban, simboliza la presencia puntual del Espíritu Santo. El estruendo no solo lleno la casa donde estaban, también llenó la vida y el corazón de aquellos hombres. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Es necesario que hoy esas lenguas en forma de llamaradas se posen en nosotros. Para que podamos acuñar el temor de Dios, el don de ciencia, el don de piedad, el don de consejo, el don de fortaleza, el don de sabiduría y el don de entendimiento. Que tengamos la suficiente valentía y el deseo inmenso de poder decir con el salmo: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”.
Por su parte en el Evangelio apreciamos que: “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Es sabido por todos que el miedo ha sido siempre un elemento perturbador en el desarrollo del ser humano, así como también de muchos procesos cristianos. Pero no todo ha sido negativo, ya que cuando pensamos que todo se oscurece y nos sentimos sin salida, confundidos y desanimados entra Jesús a nuestra vida y se pone en medio de nosotros y nos ofrece la paz, llega la calma y la confianza que ya habíamos perdido, es el caso de los discípulos.
“Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.” Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Esta alegría que recuperan los discípulos al ver al Señor, nunca debieron perderla en su vida. Es una realidad que, si físicamente ya Jesús no estaba con ellos, espiritualmente les estaba acompañando en ese proceso de duelo y de desilusión que estaban experimentando.
Jesús repitió: “Paz a Ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. Con el soplo Jesús ofrece a los suyos el Espíritu Santo, el mayor regalo y la más fina armadura para un evangelizador y discípulo misionero, aquel que está convencido de lo que anuncia y de lo que profesa. No olvidemos que este regalo del Espíritu Santo contiene el poder de perdonar los pecados o de retenerlos.
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Fiesta de Pentecostés con María