Viernes, 1 de marzo del 2024
Color: MORADO. II Semana del Salterio
- Primera Lectura. Gn 37,3-4.12-13a.17b-28: “Estos se llevaron a José a Egipto”.
- Salmo Responsorial: 104,16-17.18-19.20-21: “Recuerden las maravillas que hizo el Señor”.
- Evangelio. Mt 21, 33-43.45-46: “La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable”.
“El Mesías, la piedra angular rechazada, es llevado a la muerte”
La primera lectura de hoy es un bello relato que tiene a Jacob como principal referente, aunque quien asume el protagonismo es su hijo José. Como en tantos episodios de la historia del pueblo elegido se resalta con un trazo firme la providencia de Yahveh que es el protector de sus hijos, incluso en las escenas no sobradas de humanidad ni de inicial éxito.
José es el hijo preferido de su padre Jacob, lo que, sumado a sus habituales sueños, suscita entre sus hermanos celos y envidia. Los sueños de José tienen dualidad de sentido, pues por una parte parecen ser los desencadenantes de la crisis fraterna y, por otra, serán el clavo ardiente que salvará a nuestro protagonista.
Algunos de los hermanos no ocultan su intención homicida cuando advierten la llegada al grupo del hijo preferido de Jacob, quien pagará su culpa del viejo delito cuando suplantó a Esaú y ahora, engañado, palpa la túnica de su hijo vendido como esclavo. Sin embargo, la providencia de Dios no se rinde ante estas dificultades y no permite la muerte de José; sale en su defensa y la sentencia de muerte se torna destierro con dirección a Egipto, donde tendrá lugar el desenlace de la apuesta salvadora de Yahveh.
En el Evangelio para hoy Jesús ilustra el rechazo de Israel hacia Él con tres parábolas de las que vemos la primera. Los labradores son el pueblo rebelde, refractario a los mensajes del Señor; los criados del relato son los profetas; y es obvio que el hijo es Jesús de Nazaret, hijo del dueño de la viña que no es otro que Dios.
El final del relato es cruel, letal. Y el narrador pregunta sobre qué suerte deberían correr los labradores homicidas y conjurados. La gente que escucha la parábola responde con un veredicto inexorable contra ellos, admitiendo que es oportuno el traspaso de la viña a otros labradores.
Nuestro énfasis debe indicar no sólo la larga historia de rechazos que el pueblo de Israel manifestó contra su dueño y Dios, volviendo sus ojos a los ídolos y dueños foráneos, sino también, y sobre todo, al rechazo del Hijo en la Nueva Alianza. El Mesías, la piedra angular rechazada, es llevado a la muerte; pero Dios, el Padre de la vida, lo resucitará de entre los muertos y será el mejor activo de la nueva construcción de un Pueblo libre en el nombre del Señor.
Vale la alegría retener el encargo de la Palabra hoy: el Pueblo mesiánico debe ser fecundo, dar frutos, que no son otros que la reconciliación entre los hermanos, buscar el Reino de Dios y su justicia, a tiempo y a destiempo.
(Guía Litúrgica)
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