Feria o Memoria Libre: Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Virgen y Mártir
Miércoles, 9 de agosto del 2023
Color: VERDE o ROJO
- Primera Lectura. Núm 13, 2-3a.26-14, 1.26-30.34-35: “No podemos atacar al pueblo, porque es más fuerte que nosotros”.
- Salmo Responsorial. 105, 6a-7a.13-14.21-22.23: “Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo”.
- Evangelio. Mt 15, 21-28: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
“El Señor nunca se desentiende de nuestras necesidades”
Hoy la Iglesia, Madre y Maestra, nos acerca a la vida de Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), que fue filósofa, mística, religiosa carmelita descalza, mártir y santa alemana de origen judío. Su conversión estuvo precedida de una larga búsqueda intelectual y espiritual con preguntas existenciales que fueron siendo respondidas por Dios desde su interior. A lo largo de ese periodo leyó y estudió los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, la Escuela del cristianismo de Kierkegaard y las Confesiones de san Agustín. La primera etapa de su conversión fue una experiencia de cambio durante una visita a la catedral de Fráncfort, donde conoció a una mujer que venía del mercado para hacer una corta oración, aquello le impresionó y llenó su corazón de una paz indescriptible. Posteriormente, llegarían las pruebas y tentaciones, pero, como el salmista, ella clamará: “Acuérdate de mí, Señor”.
Lo primero que se destaca en el Evangelio es la mujer cananea. Es su fe la que la impulsa a dirigirse a Jesús para pedirle que libere a su hija de “un demonio muy malo”. Su petición es: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”, un reconocimiento de Jesús como el Mesías anunciado por los profetas, descendiente del rey de Israel.
La respuesta de Jesús a sus discípulos que le piden que atienda a aquella mujer o que le diga que se vaya, hace referencia precisamente a lo que en la mentalidad de aquél tiempo se pensaba del Mesías: que su misión salvadora sería sólo para los judíos. En ese contexto resalta la constancia, la persistencia de aquella mujer que no se echa atrás ante las dificultades. A pesar de ser consciente de su condición de extranjera y de la aparente indiferencia ante su petición, insiste hasta lograr que Jesús no sólo la atienda, sino que la felicite por su fe.
¡Qué gran enseñanza para nosotros, especialmente cuando en nuestras situaciones difíciles nos dirigimos a Dios! Él parece ser indiferente a nuestras plegarias, pero no es así. El Señor nunca se desentiende de nuestras necesidades, sino que espera de nosotros una perseverancia activa en la oración. Ante las dificultades que nos llegan en la vida, con confianza podemos decir: “No dejes que claudique, mi Señor”.
(Guía Litúrgica)
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